Yo confieso: practico el hartazgo en la intimidad

Les voy a contar un secreto: Estoy harto de Cataluña. No de Cataluña como zona geográfica, sino de lo que se viene a llamar el tema catalán. Estoy muy cansado de que todos los días en la radio me digan las últimas novedades del procés como si se tratase de un cachorro de tres meses que cada día hace algo nuevo, de que me informen de si Rajoy ha decidido que va a llamar a los Power Rangers para que destruyan urnas o de si Puigdemont hacía pactos con el diablo cuando iba al instituto. 

También estoy harto de que se pregunte a cualquier celebridad, todo el rato, que qué opinan sobre el tema porque, qué quieren que les diga, la mayoría del famoseo opina obviedades o bocachancladas, eso sí, repartiendo de forma ecuánime entre los dos «bandos» argumentos que sonrojarían al equipo de debate de parvulitos de cualquier colegio. Es normal. Son famosos, no analistas.

Sí he leído aportaciones interesantes desde las dos perspectivas (por ejemplo, esto y esto) porque, les parecerá increible al sector ultra de cada bando, pero se pueden argumentar con bastante articulación las dos posiciones.1 Es lo que tienen los temas que no están escrito en piedra, como la independencia, la soberanía, los límites del poder de los Estados y la convivencia entre pueblos. Si quieren poder hacer una primera criba rápida de qué opiniones no merece la pena leer, les doy un consejo: cuando alguien diga cosas opinando así como muy fuerte es bastante probable que sólo esté diciendo tonterías y quiera suplir con intensidad la falta de argumentos. La gente hace mucho eso. Puedes llegar a la Academia de la Lengua con el mero dominio de esa técnica, pero si consigues alcanzar una saludable madurez cognitiva llega un punto en que dejas de encontrarlo impresionante cuando lo ves.

Así que estoy harto, sobre todo por la certeza de que este hartazgo no es un fenómeno casual. Mucha es la gente que está al límite de su resistencia por distintos motivos: Tenemos un grupo harto de que no les dejen votar, otro grupo harto de que se siga intentado forzar la votación y un tercer grupo (en el que me incluyo con entusiasmo) de gente harta de que sigamos hablando, años después, del mismo problema en los mismos términos. Si haciendo lo mismo obtienes los mismo resultados ¿de qué te sorprendes? Y, sobre todo ¿por qué sigue siendo noticia de portada todos los días?

¡Una urna! ¡A metamorfosearse, chavalada!

Existe un problema político. También un problema jurídico. Y, honestamente, los dos problemas son apasionantes. Pero es que también existe un problema de definición de límites democráticos, de límites de autodeterminación y autodefinición de los pueblos, del alcance de los pactos constitucionales. Un problema de expresión de la voluntad popular. Todos ellos comparten un elemento común: son problemas complejos. Cada vez que en cualquier medio de comunicación se tratan como si fuesen problemas que se pudieran resolver en una cuartilla como si fuese una redacción sobre «la vaca» de tercero de educación básica están insultando nuestra inteligencia. Pero hay algo más: Creo que están provocando nuestro hartazgo de forma deliberada a partir de superficialidades. La repetición cansina de datos irrelevantes, de noticias anecdóticas, pintando una situación seria y lo que puede ser una crisis de modelo de Estado con detalles dignos de las revistas del corazón tiene un objeto: que nos cansemos. Que el tema deje de interesarnos. Que perdamos la capacidad de análisis. Que nos inhibamos políticamente para facilitar a las estructuras clásicas de poder su actuación independiente de la ciudadanía.

Eso de por si es grave, pero hay una consecuencia peor. Una de las características de los distintos agentes políticos y de los medios de comunicación es lo que se conoce como capacidad de establecimiento de agenda: No se trata de tomar decisiones sobre distintos problemas, sino de decidir qué es un problema y qué es un tema relevante. El gobierno central y el gobierno catalán comparte ese elemento en común: los dos quieren que el procés sea lo más importante en la agenda, porque los dos salen favorecidos electoralmente: El PP, partido del gobierno central, tiene números catastróficos en Cataluña, así que poco puede perder (a efectos electorales) atacando el independentismo. Las fuerzas independentistas han planteando cada elección en términos plebiscitarios, de modo que la independencia sea el tema único de la agenda, creando una fractura electoral que fuerza cualquier opción no independentista a posiciones secundarias. Y ambas partes salen beneficiadas, fortalecidas, del hecho de que la agenda política de España (y Cataluña) sea monotemática. Asi no hablamos de los recortes en educación, en sanidad, de la precarización galopante, del desposeimiento de derechos que parecían consolidados, de la crisis institucional de la clase política o de las maldades de la cuarta revolución industrial.

Otro. Día. Igual. Otro. Maldito. Día. Igual.

No estoy diciendo que el tema catalán no sea un tema importante. Estoy diciendo que no es tan importante como para secuestrar la totalidad de la vida política y pública del país. De verdad, la vida cotidiana de la mayoría no se va a ver tan afectada si Cataluña sigue en España, si se convierte en una nación independiente oprimida por la Unión Europea o si se vuelve una isla de doritos en mitad del mediterraneo con el Mortadelo como moneda oficial y el culto a la Moreneta como religión de Estado.

Pero, sobre todo, estoy harto de la pereza de un periodismo que se contenta con decir día a día si el Fiscal General se ha vestido de Airgamboy y se dispone a lanzarse en paracaidas sobre Reus o si Oriol Junqueras ha terminado su cursillo CCC de Rambo Independentista. La crisis del periodismo es tan grave que es muy posible que debamos hacernos a la idea de empezar a llamarlo de otra manera, como “publicidad novelada”, o algo así. La capacidad de análisis del periodista medio, cumpliendo las voces de sus amos, es ínfima. No podemos mirar a los periódicos buscando orientación o información, porque sólo encontraremos páramos de desolación becaria. 

Necesitamos otro periodismo. Es necesario recuperarlo. Es necesario que el periodismo adopte una perspectiva deontológica y deje de tratar el mismo tema todos los días sólo porque es sencillo y efectivo. Mientras tanto, sólo nos queda esperar que las noticias de mañana nos confirmen si en la Moncloa meriendan espetec o si el Barça podría jugar en la liga española en el caso de una futura independencia catalana. Otro día más. Otro día más.


  1. Y les voy a asegurar una cosa: Es una situacion con suficientes aristas como para que las posiciones de equidistancia sea de extremo interés. 

3 comentarios

  1. Mi opinión te la puede copiar tu cazurro «pezero», que hace un rato se la dí… Es simplista, sin duda. En cuanto a los periodistas, esos están sujetos a las empresas que les dan de comer, y las mismas, AL PODER, que es el joder al prójimo según les convenga…
    Esa manada es de patatas de otros alejados lugares, que así producen más, como Carod Rovira, el President, su Vice, etc. descendientes del sur peninsular. ! Vaya nietos ! Y el Bertomeu, un babayo que echa m…sobre el Barsa para ver si puede seguir. Y multitud de borregos, en opinión de tu pariente rosarino son catalanistas porque es ir contra el Madrid, el cual es, por cierto es azulísimo 11-1 desde 1942. Y ahora, el trío Inda, PEDREROL y Ferreras quieren envenenar más diciendo que Messi se irá si Cataluña se independiza…
    Salud y …

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    • El periodismo clásico ha perdido la guerra de la independencia informativa, al depender de grupos de comunicación con agenda política, y la guerra de la información en sí, al no poder competir con el modelo de inmediatez y «gratuito» de internet. La mayor esperanza del periodismo es el modelo de suscripción. En contra del mensaje machacón que se nos imprime, la gente está dispuesta a pagar por información de calidad. Ese es (CONTENIDO PATROCINADO) tema que se tratará en otro post, si las fuerzas no flaquean XD.

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