Zen y confort: Por qué “sal de tu zona de confort” es un consejo penoso (I)

1. Intoducción: el zen y la práctica sin expectativa

La primera vez que oí hablar de la meditación zen me sentí instantáneamente atraido por ella.1 Había varios aspectos atractivos, pero uno de ellos me resultaba sencillamente irresistible: la idea de la práctica sin beneficio. Les parecerá una tontería, pero yo crecí en la expansión del Estado de Bienestar en España y viví la modernización y refinamiento de la publicidad y del consumismo. 2 Todo, desde el desodorante hasta la democracia, iba a cambiar nuestra vida para siempre. La perspectiva de una práctica sin intención me resultaba refrescante.

Muy resumidamente, el zen propugna la idea de una práctica sin intención como vía hacia la iluminación (les dije que sería breve). La idea zen de la práctica por la práctica, sin esperar beneficio, sería, en términos capitalistas productivos, inútil, y yo, en pleno germen adolescente-contestatario y anti-lo-que-se-tercie, no pude menos que encontrar la idea magnética (y magnífica).

Por supuesto, al occidentalizar la idea se racionalizó diciendo que la práctica sí que tiene beneficios, pero es sólo que no los obtienes si los buscas (lo cuál es una desvirtuación del original, pero en sentido estricto todo es una desvirtuación de algo hasta llegar al error primero. Qué esperan de un universo que empieza con una explosión). Es una paradoja, pero el zen está lleno de ellas. Es posible que la iluminación esté entre las paradojas. Hay otra frase de los greatest hits del zen que también me gusta mucho: la meditación se parece mucho a buscar un burro que vas montando. Y la mejor de todas, la favorita del público: si crees que lo entiendes es que no lo has entendido.

Si se parecen en algo a mí entenderán el por qué de mi atracción, espíritus contestatarios aparte. Hay algo primordial en las paradojas, algo que nos atrae. Es como la herida en la boca de la mente donde la lengua de la razón siempre acaba dando. Las explicaciones deterministas parecen dejarse algo en el tintero, y la complejidad de la existencia parece brillar mejor en las paradojas. Por eso, aunque ame la razón, adoro el sinsentido como forma de afrontar un mundo paradójico. Yo diría que llevo lustros buscando el burro encima del cual, seguramente, voy montado.

La meditación se parece mucho a buscar un burro que vas montando

Por favor, no se vayan todavía. Ya dejo de ponerme místico.3 Les contaba esta pequeña reflexión personal porque siempre que pienso sobre productividad acabo en la idea de la práctica sin expectativa. Es como cuando te quedas a oscuras y te pones a buscar la luz. La práctica sin expectativa es prácticamente lo contrario de la productividad, en la que todo tiene que estar encaminado hacia algo. Es abrazar la idea de que la práctica en sí es algo valioso con independencia del resultado. Piénsenlo: proceso sobre resultado. La perfección de lo pequeño con independencia de su importancia.

De nuevo, al occidentalizar la idea se vicia vistiéndola con los ropajes de “los pequeños detalles son importantes porque mejoran mucho el resultado final”, pero esa es otra desvirtuación. La idea original es que los pequeños detalles importan, y ya. Es hermoso, es adecuado perfeccionar lo pequeño aunque no sea importante, porque lo importante es esa perfección. La práctica es importante aunque no lleve a resultado alguno. Cuando contamos historias los ewoks y los hobbits son valiosos porque al final ayudan a derrotar al malvado imperio de turno. Somos así: si lo pequeño es importante entonces tiene que valer para algo. Pero la práctica sin expectativa dice que lo pequeño es hermoso en sí, y no porque valga para algo.

Esta es una idea radicalmente contraria a la de la productividad y, aún así, ha superado la prueba del tiempo (me imagino a David Allen dándose de cabezazos si la oyese, entre mojito y mojito. Afortunadamente, creo que no lee mi blog). De igual modo, creo que esta idea es uno de los motivos por los que el GTD (uno de los métodos de productividad más seguidos) está bastante reñido con la producción creación puramente artística (pero ese sería otro debate radicalmente distinto). Como ya comenté en otras entradas, la idea básica de la productividad es “producir”.

2. Productividad: una historia de odio contra la zona de confort.

Así es como llegamos a una de las ideas machaconamente repetidas por la productividad. La idea de salir de “la zona de confort”. Al contrario que cuando me encontré por primera vez con la idea de la práctica sin expectativa, mi primer pensamiento cuando escuché “sal de tu zona de confort” fue “ven a sacarme si te atreves”. Mi zona de confort está muy bien. Tiene un sofá (conceptual), una mantita (conceptual) y un gatito (de carne y hueso. Los gatos se meten donde quieren). Se está muy bien en mi zona de confort, por eso la llamo «de confort». Así que mi reaccion primera fue muy razonable, en realidad.

Pero la productividad odia la zona de confort de forma visceral. En un paseo tranquilo por internet encuentras más llamamientos para salir de ella que para dejar la heroína. Por lo visto, fuera de tu zona de confort es donde ocurre la magia, es donde puedes soñar y es donde encontrarás tu mejor versión. Adjetivando por omisión, esto nos deja muy claro dónde estamos si decidimos quedar en la zona de confort: en un lugar lúgubre, subóptimo, aburrido, “real” (no mágico). Una mierda, vaya. La zona de confort es como una mezcla entre un polideportivo del DAESH y la sala común de la casa de Slytherin.

Pero ¿por qué ese énfasis en abandonar la zona de confort? En realidad “sal de tu zona de confort” ni siquiera significa gran cosa. Cuando los gurús lo dicen, suelen querer mandar mensajes distintos. Por ejemplo, “prueba cosas nuevas si lo que haces no funciona”, que no es un mal consejo. O “prueba a pensar de forma creativa”, que tampoco está mal. Pero ¿”sal de tu zona de confort”?. En realidad, más allá de la obviedad de que, a igualdad de condiciones, no le veo ventaja a la incomodidad, se me ocurre que es un mal consejo no por uno, sino por dos grupos de razones, uno de ellos más evidente y el otro más sútil. Empecemos con los evidentes:

El primer problema de “sal de tu zona de confort” como consejo productivo es que está formulado como una orden condescendiente. La psicología cognitiva reconoce como una de las fuentes de nuestra infelicidad las distorsiones cognitivas, pensamientos irracionales que aceptamos como ciertos cuando no lo son. Una de estas distorsiones cognitivas son los “should statements”4, las órdenes mentales, estos pensamientos imperativos que nos obligan a hacer algo cuando, en realidad, no es una obligación sino una opción. Esta manera de hablarnos nos genera una disposición mental negativa que es, lo van a adivinar, una mala disposición para hacer cosas. Ordenarte mentalmente que tienes que hacer algo no es una buena política productiva. Y, como ya habrán concluido, “sal de tu zona de confort” es exactamente una de esas órdenes cuya repetición mental nos puede llevar al inmovilismo antes que a la excelencia creativa.

Otro aspecto inquietante de “sal de tu zona de confort” es el amor irracional que promueve por lo nuevo. «Lo nuevo» es algo que se vende bien. El ser humano, como la mayoría de los animales, se mueve en un punto entre neofilia (amor por lo nuevo) y neofobia (temor a lo nuevo). Hay un motivo por el que tememos a lo desconocido, y es que… bueno, que es desconocido. En ese matorral puede haber bayas o un depredador. Abrazar lo nuevo puede salir muy bien o puede salir muy mal, pero “sal de tu zona de confort” es un consejo que se podría operativizar en “asume riesgos, deja lo conocido y abraza lo nuevo PORQUE SÍ”. Más aún, rechaza las probabilidades. Dentro de “sal de tu zona de confort” podemos conceptualizar consejos tan claramente malos como «tírate de cabeza a ver si hay agua», “vende todas tus posesiones y únete a esa secta. Total, por probar”, “vete a explorar ese ruido del sótano en ropa interior” o “persigue esa vocación exclusiva para la que claramente careces de un mínimo de talento”

Miren, querer una vida mágica está muy bien, pero si vas a perseguir hadas comprueba que no vuelen sobre un precipicio. Ténganlo en cuenta, porque Mr Wonderful no hace tazas sobre ello. Si vas a salir de tu zona de confort, mira primero si llueve.

“Sal de tu zona de confort y mira a ver qué hay en ese huevo de Alien.…”
“Alien, el octavo pasajero” es una película sobre gente que sale de su zona de confort y sufre las consecuencias

Por último, hay otro aspecto sobre “sal de tu zona de confort” que resulta odioso: es, exclusivamente, un consejo de gente extrovertida para gente extrovertida. Valora lo arriesgado, lo colorista, lo excitante por encima de lo tranquilo, lo armónico, lo básico, y esa es una dicotomía falsa, porque los dos aspectos son necesarios, y no es inteligente poner uno por encima del otro. Una sociedad compuesta exclusivamente por individuos que se pasan el día fuera de su zona de confort corre muchos riesgos de acabar arrasada. Abandona tu zona de confort y vive aventuras. ¿Por qué hay que elegir? No es incompatible.

Si creen que “extrovertido” es bueno e “introvertido” es malo tengo una sorpresa para ustedes: no es así. Son dos rasgos de la personalidad (o dos extremos de un continuo), y cada uno de ellos puede ser comparativamente ventajoso según la situación.5 El perfil extrovertido necesita situaciones sociales intensas, novedades, «adrenalina». El perfil introvertido necesita menos estimulación para saturarse, y recupera su energía emocional en situaciones tranquilas, con pocos estímulos, con poca gente, en… zonas de confort. Si creen que lo extrovertido es lo bueno y lo introvertido es lo malo naturalmente amarán el consejo «sal de tu zona de confort». Por el contrario, si han aprendido a abrazar su introversión, probablemente pensarán «ven a sacarme si te atreves» (y aún así, su vida puede ser de todo menos aburrida…).6

Esto es solo la punta del iceberg. Como en tantas ocasiones, además de lo evidente hay otras ideas pululando por debajo. Bajo las capas más externas de la idea de “sal de tu zona de confort” hay otro nivel más perverso, más subterráneo. Pero para no abusar de la paciencia lectora de sus señorías esto lo desarrollaremos la próxima semana. Ahora me voy a mi zona de confort a leer un libro.


  1. No “oí hablar” sino que “leí hablar” sobre el zen. Pero me sonaba peor. Ustedes ya me entienden, espero. 
  2. De hecho, nací un año antes de que el socialismo español se declarase libre de marxismo (Congreso de Suresnes, 1979) iniciándose oficialmente el periodo de la política como objeto de consumo. 
  3. Si se van a marchar por eso, luego me puedo poner místico otra vez. Pero aclárense, por favor. 
  4. La traducción de «should statement» sería, grosso modo «declaración ‘debo'» 
  5. De hecho, parece que la existencia de individuos intro- y extro- dentro de una población es evolutivamente ventajoso, porque permitiría alcanzar un equilibro entre detectar y aprovechar oportunidades sin excederse en los riesgos (que es, con otras palabras, lo que les comentaba antes). 
  6. En breve pretendo tratar este tema con más profundidad, si sopla el viento de levante. 

8 comentarios

    • Por no hacerme pesado, solo una cosa más, ¿qué tal «oí escribir»? Tiene un toque de ambigüedad que hará dudar si habría una pluma de ganso implicada.

      Por cierto, parece que no se pueden responder a tus mensajes? Si tienes miedo al debate pues ¡móntate un blog! 😛

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    • ¡Es una sinestesia! Este es un blog inclusivo para gente neurológicamente diversa.

      ¿No se pueden responder a mis mensajes? No lo sabía… Tengo en «pendientes» mirar ese tema. Espero que me dé tiempo antes de que llegue la singularidad y que mi blog se vuelva mainstream…

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