De cómo internet va a corromper a la juventud y a acabar con la bondad, la virtud y la belleza del mundo

Hace unos años asistí a un curso que incluía un seminario sobre “los riesgos de internet”. El ponente empezó su disertación preguntándonos si pensábamos si internet era “bueno” o “malo”1. Fui la única persona de la audiencia que defendió con entusiasmo la “bondad” de internet2. Por supuesto, la pregunta era trampa, y la “respuesta correcta» que el ponente esperaba era que (sic) «internet no es bueno ni malo, sino que depende del uso que se le dé».

Protesté con alegre vehemencia. Verán, nadie dudaría en glosar la bondad de, por ejemplo, la penicilina3 dado que su enorme utilidad supera con mucho sus posibles efectos negativos (en forma de reacciones alérgicas o sobredosificaciones, por ejemplo). Nadie diría tampoco que la solidaridad o el amor son buenos o malos, según el uso que se le dé. ¿Por qué deberíamos aplicar un criterio distinto con internet, quizás el fenómeno de mayor trascendencia en la historia desde la escritura? Y ya que estamos… ¿Deberíamos decir que la escritura no es ni buena ni mala, que depende del uso que se le dé? A fin de cuentas, si todo el mundo fuera analfabeto, nadie escribiría el Mein Kampf… ¡Venga ya!4.

En realidad, cuando preguntamos si internet, la penicilina, el amor o el oxígeno son “buenos” o «malos» lo que se pretende preguntar es si los potenciales beneficios compensan los potenciales daños, todo ello en base a la probabilidad de que se den estos y aquellos. Según esta premisa… ¿son buenas la escritura, la penicilina? ¿El amor? ¿La solidaridad? Sin duda. ¿Sería el mundo un lugar mejor si los eliminásemos? Ni p’atrás. ¿E internet? Pues lo mismo. El mundo en el que vivimos hoy en día sería inconcebible sin internet. Sin ir más lejos, no tendrían ocasión de estar disfrutando de la apasionante lectura de este blog, así que ya me dirán…

No obstante, sigue habiendo gente que cree que internet es malo hasta que se demuestre lo contrario. Especialmente cuando lo acercamos al entorno educativo. Los niños. ¿Pero es que nadie va a pensar en los niños?

El ataque al móvil

La semana pasada Francia anunció su intención de limitar o prohibir el uso de teléfonos móviles en los centros educativos, incluso durante los recreos (por ejemplo, aquí), y los medios españoles se hicieron eco de la noticia, dejándonos en el proceso algunas frases tan sonrojantes como que el alumnado durante el recreo, en lugar de “practicar deportes o charlar en corrillos”5 se dedicaba a (sic) “chatear de forma aislada”. Yo no sé qué tal se les dará a ustedes lo de chatear de forma aislada, pero en mi caso, cada vez que lo he intentado, siempre me he visto interrumpido por otras personas respondiéndome.

Para acabar de bordarlo, nos señalan “los peligros de los móviles en el aula por casos de aislamiento, distracción o bullying” citando un estudio de la UNESCO que dice, más bien, lo contrario (aquí)

Miren, yo no estoy diciendo que los móviles sean la solución a todos nuestros males. A veces el móvil sólo te sirve para enterarte de los marrones más rápido y para distraerte en el tiempo que tenías dedicado a tratar de resolverlos. Pero Francia habla de un “problema de salud pública”, como, yo qué sé, el tabaco o un disco de Camela.

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Lo confieso sin empacho. Necesitaba poner esta portada de Camela, y no iba a parar hasta conseguirlo.

La tabla de multiplicar

La juventud de ahora ama el lujo, tiene pésimos modales y desdeña la autoridad. Muestran poco respeto por sus superiores y prefieren insulsas conversaciones al ejercicio. Son ahora los tiranos y no los siervos de sus hogares. Ya no se levantan cuando alguien entra en casa. No respetan a sus padres. Conversan entre sí cuando están en compañía de sus mayores. Devoran la comida y tiranizan a sus maestros (Texto atribuido a Sócrates, siglo IV a. C.).

En algún punto de mi vida educativa me prohibieron usar calculadora para hacer cuentas. ¿Fue buena idea? No estoy seguro de la respuesta. De lo que estoy seguro es que me he pasado la vida rodeado de máquinas capaces de hacer multiplicaciones, y que las utilizo excepto para hacer las cuentas más sencillas. Hablando de este tema con gente de mi entorno me han señalado, de forma bastante juiciosa, que probablemente hubiera sido más provechoso dedicar el tiempo que “invertí” en memorizar las tablas del 0 al 10 a aprender métodos de cálculo más generales. No lo sé. Sí sé que se nos prohibía usar la calculadora porque “no siempre íbamos a tener una calculadora a mano”. Bueno, seño, usted acertó en muchas cosas, pero me temo que en esa no estuvo muy acertada… 😁

En algún (otro) punto de mi vida educativa, cuando la informática aún no era omnipresente, me prohibían entregar trabajos hechos a ordenador. Por lo visto, hacer los trabajos a mano otorgaba algún tipo de calidad especial que no tengo sensibilidad suficiente para apreciar. No sé qué valiosa lección se aprendía escribiendo a mano. Espero que no fuese la conservación de la caligrafía, porque, si era así, he conseguido destrozar la mía a pesar de todos los esfuerzos del Ministerio de Educación y Ciencia de la época. Estoy de broma, en realidad la preocupación por que usáramos ordenadores venía dada porque nos iban a destrozar el celebro, llevarnos a una espiral de violencia y convertirnos en acólitos de Satanás, objetivos que sólo han conseguido parcialmente (seguramente por el mal funcionamiento del Güindous).

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«Aquí se pilla bien el 4G…»

Supongo que lo que quiero decir es que en el ámbito de la educación siempre hay gente con miedo a lo nuevo, y que la primera reacción es prohibir. Pero no creo que ese sea el camino. Y ya sé que ni el dios internet ni el teléfono móvil, su profeta, son la panacea6 pero… ¿de verdad es una buena medida educativa prohibir el uso de una tecnología que te permite acceso instantáneo a la mayor fuente de conocimientos jamas conocida en la historia de la humanidad? ¿En serio? ¿No estamos dejando de lado una herramienta de gran potencial educativo? ¿No podemos estar aislando más, privando de un modo de pedir ayuda a aquellas personas más vulnerables?

Mantengamos el foco en lo posible, y no en debates nostálgicos sobre el mundo como ya no es. De forma similar a lo que ocurrió en su día con la escritura, el debate a día de hoy ya no es si usamos o no internet, sino la manera en lo que lo utilizamos, y en el nuevo mundo que ha creado, con sus (amplias) luces y sus sombras.


  1. El entrecomillado es mío. Tengo un problema con asignar atributos morales a las cosas. 
  2. Una vez que interiorizo la moral de algo no hay quien me pare. Además, acababa de tomar varios decalitros de café. 
  3. O la cafeína, ya que estamos. 
  4. Cuando oigo a alguien decir “internet no es ni bueno ni malo” yo escucho “a mí esto de internet me ha cogido mayor”. 
  5. Sobre lo de practicar deporte en los recreos, qué quieren que les diga, ya expliqué aquí cómo funcionaba lo de practicar deporte en mi colegio. Lo mismo no me hubiera venido mal un móvil con internet, la verdad. 
  6. La hiperconectividad puede ser un problema serio, y existen indicios que nos hacen pensar que podríamos estar yendo hacia un “mundo distraido”. Pero, si el móvil es “un problema de salud pública” ¿no deberíamos plantearnos regular su uso también fuera de los centros educativos? 

3 comentarios

  1. Yo pienso que internet es maravilloso, pero en cuanto a lo del móvil no puedo estar de acuerdo contigo, tal vez porque sea de la vieja escuela, no sé. En Japón están prohibidos en los colegios. Creo que sólo los alumnos del colegio superior pueden llevarlos al centro pero no usarlos dentro. El móvil sería una buena herramienta para encontrar información, como tú dices, pero en general, lo usan para chatear hasta el infinito… Si no contestas enseguida, te echan la bronca y te separan del grupo. Una amiga tuvo que quitárselo a su hijo porque todo su tiempo lo dedicaba a contestar a sus amigos y no a estudiar. Sin embargo, en algunos colegios están empezando a usar tabletas en determinadas asignaturas. Los tiempos cambian sin duda, no sé si para mejor…

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    • Mi relación con los móviles es ambivalente, pero me resulta insufrible la hipocresía de tantas personas adultas que, colgadas de su móvil, critican a jóvenes por usar mucho sus móviles. Muchos de los argumentos que oigo contra su uso son similares a los que en su día oí con respecto a los ordenadores: que iba contra nuestra vida social, que no era sano, que nos iba a estropear la vista… Puedo entender la medida de prohibir su uso en las aulas, y es posible que tengan un efecto importante en la distracción general de toda la sociedad, pero a veces me parece que se infravaloran las capacidades de la gente más joven.

      Supongo que el tiempo nos dirá. Es posible que sólo necesitemos unos 15 años para que la generación-móvil critique que los jóvenes de ahora se pasen todo el rato con sus cascos de realidad virtual en lugar de whatsapeando como se ha hecho toda la vida. 🤣🤣

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