7 curiosidades sobre Eurovisión con las que romper el hielo en una conversación

Un año más y una edición más de Eurovisión, la primera en la que ABBA habría quedado en segundo lugar. El FESTIVAL ha terminado y, aunque no ganara, Chanel nos ha demostrado que no tenemos ni puta idea de música. Y ni siquiera se molesta en regodearse porque ella tenía razón y el resto no, con lo que parece que aún rasca más.

Así que es el momento de repasar siete curiosidades sobre este pintoresco festival antes de su inminente desaparición del currículum escolar con la entrada en vigor de la LOMLORAILO, la nueva ley educativa. Allá vamos.

1. El festival tiene un curioso sistema de desempate

Todo el mundo sabe que la votación en Eurovisión se hace según el sistema d’Hont, con listas cerradas en circunscripciones multiprovinciales, pero lo que no es tan sabido es que, en caso de empate, la igualdad se puede resolver con un juicio por combate.

El procedimiento es sencillo. Basta con que uno de los contendientes concursantes le cruce la cara al otro con un guante de tela y pronuncie la fórmula ceremonial: «Te reto a Certamen».

Como curiosidad histórica cabe señalar que la Guerra de los Treinta Años se inició por una edición especialmente reñida entre el Sacro Imperio Germánico y Francia, en el que las dos naciones defendieron versiones de la popular canción del mester de juglaría «Abanibí Amoré Me».

Para evitar conflictos similares, en la Paz de Westfalia se contempló que los posibles empates se dirimirían con combate singular entre dos campeones de las respectivas naciones, sin que haya sido necesario recurrir a este sistema hasta el momento presente.

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Massiel, preparada para un posible empate en 1969

2. Islandia tiene una forma peculiar de elegir a su representante

Hasta 2004 estaba prohibido la repetición de candidato en dos celebraciones distintas del festival, lo que provocó que Islandia se quedase sin nadie a quien mandar tras la cuarta edición, agotados todos los habitantes de la pequeña isla que supiesen lo que es una escala musical.

Desde entonces, el gobierno ha optado por enviar siempre al mismo candidato, Ólafur Olafson, al que disfrazan con bigote, peluca o ropa estrafalaria según la ocasión. Para evitar problemas con los documentos, alteran el nombre poniéndoles palos a las vocales o algún signo extraño por el medio, como  þ, æ, o incluso ö. También han optado por inventarse palabras cuando la ocasión lo requiere.

Islandia ha iniciado un potente programa de alfabetización musical entre los más pequeños para garantizar su presencia en posteriores ediciones, consistente en clases en el conservatorio para la pequeña Anna y el niño Gunnar, que constituyen el 58% de la población menor de 8 años.

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Olaf Olafson, vestido para la edición de 2018

3. La sorprendente evolución del concurso desde un simple certamen musical

En las primeras ediciones de Eurovisión no existían votaciones, sino que se trataba de un simple festival de la canción. Los representantes de las distintas naciones cantaban su tema y el resto de la velada transcurría en un alegre departir sobre las últimas tendencias en los movimientos filosóficos continentales, con encendidas discusiones sobre la necesidad de ontologías tras la Ilustración.

Culminada la tercera edición, y viéndose abocados al cierre si no se introducía alguna alteración a la formula, la organización decidió tomar dos decisiones que cambiarían el destino del certamen: introducir una fase de concurso en la que se puntuarían las canciones por parte de los rivales y adoptar un formato de barra libre de bebidas alcohólicas de primera marca.

La Eurovisión, o visión borrosa, ha desaparecido como entidad clínica propia en la última revisión de la CIE

4. La inclusión de Australia

Si bien «Eurovisión» puede llevar al espectador distraído a pensar en cosas como «Europa» y «televisión», la realidad es que algunas de las naciones participantes parecen ser europas más como sentimiento que como realidad geográfica. Las causas son variadas, pero el caso más llamativo es la inclusión de Australia, que generó no pocas controversias en su momento.

Hay distintas versiones sobre el proceso de incorporación de esta pintoresca nación en un concurso europeo, pero no fue hasta la exposición de los expedientes confidenciales producidas a raíz del fenómeno de Wikileaks cuando se pudo confirmar lo que se sospechaba: La organización se confundió en la dirección de la invitación de Austria y luego le dio vergüenza reconocer que se había equivocado.

Fabio Bunderstabben, encargado de mandar las cartas, alude a que ha sido recientemente diagnosticado de «una de esas enfermedades chungas que hacen que se te olviden las cosas», y que puede haber tenido algún impacto en su rendimiento. De todas formas, lo achaca principalmente a «la puta manía de llamar parecido a países que quedan lejos unos de otros».

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Tradicional imagen de un parque del centro de Viena

5. La importancia de ABBA

Durante las primeras ediciones de Eurovisión, no había nada. Entonces ABBA dijo: «Hágase la luz». Y la luz existió. Y ABBA vio que era buena, y la separó de la oscuridad, y dijo «que haya música». Y hubo música.

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Eurovisión. 1974. Y ya.

6. La evolución del sistema de voto

El sistema de voto ha ido evolucionando desde un modelo tradicional basado exclusivamente en un jurado profesional a un modelo más novedoso basado en el televoto y el ánimo de lucro. Fue necesario una amplia movilización social para hacer el voto más inclusivo.

El sistema actual, de carácter mixto y apoyado en el uso de avanzadas tecnologías como el teletipo o el bolígrafo, permite obtener datos de relevancia sociológica, como la observación de una notable discrepancia entre las apreciaciones artística del jurado profesional posiblemente borracho y la del vulgo, al que se le puede corregir cuando está votando mal o, directamente, castigarle a irse a la cama sin sufragio.

No se ha podido confirmar la presencia de altos dignatarios de las distintas naciones tomando apuntes sobre el sistema de voto de Eurovisión para «una cosa», aunque se han recogido testimonios que afirman haber realizado avistamientos de primeros ministros diciendo que así cualquiera.

Este año, como novedad, se ha permitido el uso de ábacos para contar los puntos de cada concursante en lugar de utilizar los dedos

7. La presencia del jurado

La función original del jurado también ha ido cambiando. En origen, estaba compuesto por un representante de cada país cuya función era pelearse con el resto de representantes para determinar qué canción era mejor, pero, con la inclusión de las votaciones y la barra libre, su función ha ido decayendo a una mera valoración artística más o menos objetiva en la que, para ahondar en la herida, no puedes votar por tu propia nación. Esta evolución se vio motivada porque las veladas pugilísticas espontáneas parecían estar atrayendo más atención que la parte artística del certamen.

Tras las reiteradas quejas de los integrantes del jurado, que decían «no poder estar a lo suyo» durante la celebración del evento «por tener que estar poniendo cruces en un papel», se tomó la decisión de que calificasen las canciones el día antes de la gala. Es decir, tienes un festival musical con un jurado que decide antes del evento qué canción es la mejor.

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– ¡12 puntos para Gryffindor! – Te estás liando, Sócrates…

Extra: La historia de las semifinales

Es sabido que Eurovisión tiene dos semifinales que hacen que la gala no exceda de una duración razonable, estableciendo una criba previa entre las naciones participantes.

Lo que no es tan conocido es que hasta 2002, en lugar de semifinales, había una fase de oposición en la que los concursantes tenían que pasar un examen tipo test y un segundo examen con preguntas de desarrollo, pasando las mejores notas a la fase de concurso.

Esta fase de oposición se eliminó, en parte porque hacía que el concurso durase varios meses y, sobre todo, por las dificultades para establecer el valor que debían tener las respuestas erróneas en el examen tipo test.

Y eso es todo. No duden en utilizar alguna de estas curiosidades como forma de romper el hielo la próxima vez que se crucen con un/una eurofan, en su próxima cita romántica o en la panadería. Recuerden que, en general, parece que es mejor aficionarse a Eurovisión que drogarse, aunque las opiniones no sean unánimes.

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