Las metáforas zombis. Por qué “sal de tu zona de confort” es un consejo penoso (II)

La semana pasada analizamos por qué “sal de tu zona de confort” no es el maravilloso consejo que la cierta productividad nos quiere vender. Algunos de los motivos son que, en realidad, es un consejo formulado como una orden condescendiente, que hace énfasis acrítico en lo nuevo y que está formulado con un sesgo extrovertido no justificado. Pero esta crítica sólo afecta al nivel más superficial del consejo. Queda pendiente explorar el nivel metafórico que es, como verán ustedes, realmente jugoso.

1. Ponga una metáfora en su vida

¿Recuerdan la primera batalla de la película «Braveheart»?

“¡Marchad hoy y viviréis! Y dentro de muchos años, sentados cómodamente al fuego con el gato a los pies, tus nietos correteando por ahí, la tripa llena ¿no lo cambiaríais todo por una oportunidad… ¡una sola oportunidad! de volver aquí a pelear contra vuestros enemigos?”

¿Estás loco, Braveheart? No, ni de coña lo cambiaría. ¿Tú te das cuenta de lo que estás ofreciendo? Es una oferta peor que la del Círculo de Lectores. El único motivo por el que William Wallace no se queda solo en esa batalla (aparte de porque lo dice el guion) es por el valor metafórico que otorga a las dos opciones que plantea. “Quedarse en la batalla y probablemente morir” = LIBERTAD. “Marcharme a casa, cultivar mis tierras, tener descendencia a la que tapar con una mantita por la noche y un fuego donde calentarme” = ESCLAVITUD. La LIBERTAD es mejor que la ESCLAVITUD, así que me voy a quedar aquí y dejar que esparzan mis tripas por el suelo. Esto es ficción, claro, pero los mecanismos que explora funcionan en el mundo real. Piensen en el “Yes, we can”.

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William Wallace, coach multinodal suicida de nivel 78

El lenguaje es un juego de representaciones desde el momento en el que se establece que una palabra (significante) designa un aspecto de la realidad (significado) de forma arbitraria. No obstante, algunos de esos significados son obvios y otros son más recónditos, incluso ocultos.1 En sentido estricto, una metáfora es decir que “A es B”, pero al hacer esa afirmación estamos añadiendo significado a A. En las expresiones (como “sal de tu zona de confort”) hay un significado evidente, pero también puede haber un significado que desaparezca con el uso. Finalmente, puede haber un significado que parece haber desaparecido pero nos sigue machacando por detrás. Ese significado oculto, que parece que ha muerto pero sigue ahí es la “metáfora zombi”.

Ya hablamos en el post anterior del significado obvio de “sal de tu zona de confort”. Pero, en realidad, el significado de sus elementos por separado no es evidente. ¿Por qué “sal” y no “entra”? ¿Por qué la zona de confort es un interior, y no un exterior? El consejo nos invita a ir de dentro a afuera, pero no nos incita a escapar de una cárcel o una mazmorra, sino de una “zona”, así que… ¿por qué una “zona”? ¿Y por qué “de confort”? Sencillamente, porque ninguna palabra de ese consejo es casual, sino que son distintos elementos metafóricos que se engarzan hasta conseguir el resultado final. Pero cualquiera puede jugar al juego de las metáforas, así que vamos a pelar, como una cebolla, las capas de este consejo omnipresente. 2

2. Metáforas, metáforas por todas partes

Empecemos con la propia idea de “zona”. Obviamente, el consejo no es cartográfico. No se te incita a levantarte y caminar de modo literal (lo cual sería mejor consejo, por cierto. Caminar es muy sano). La “zona de confort” es una referencia psicológica: tú eres la “zona”. La propia idea de “salir de la zona de confort” te incita a probar cosas que te incomodan, por el mero hecho de que no las haces porque no son propias de ti. Es un consejo que explicitamente te dice que hagas lo que no harías, que seas lo que no eres. Así, pues, esta es la primera metáfora: la zona eres tú. Sal de “tu” zona de confort, abandona “tus” costumbres, deja atrás el “tú”.3

La segunda metáfora encierra otra clave importante de todo esto: si les pido que piensen en un lugar cómodo, un sitio sereno, un lugar de paz, la mayoría se imaginarán su casa, puede que en una noche de invierno y con la calefacción puesta: todo muy “confortable”. ¿Qué motivos podrías tener para querer abandonar un lugar así? Un incendio, por ejemplo. Unos ladrones que entran a robar. Un derrumbe. Un lunes por la mañana. Todo catastrofes, nada bueno. ¿Por qué vas a abandonar un sitio así si no pasa nada?. Resumiendo –y esta es la segunda metáfora–: La zona de confort es un mal lugar, y por eso hay que abandonarlo.

“Sal de tu zona de confort” es el eslogan consumista perfecto. Quiere siempre más. Consume más. Sal de tu zona de confort porque está en llamas y, cuando encuentres un nuevo lugar seguro, abandónalo también, porque siempre estarán en llamas

¿Pero qué ocurrirá cuando hayas abandonado tu zona de confort y hayas llegado a ese lugar mágico del que tanto nos hablan? Pues que en algún punto encontraremos un nuevo lugar de comodidad, debemos suponer. ¿Y qué tenemos que hacer cuando estemos en una zona de confort?. El consejo es taxativo: abandonarla. Ese es el tercer nivel de la metáfora: nunca estarás bien. Siempre vas a necesitar más. “Sal de tu zona de confort” es el eslogan consumista perfecto. Quiere siempre más. Consume más. Sal de tu zona de confort porque está en llamas y, cuando encuentres un nuevo lugar seguro, abandónalo también, porque siempre estarán en llamas. Todos estarán en llamas. “Sal de tu zona de confort” es una maldición bíblica.

Así llegamos a la conclusión. Cada vez que estés en una zona de confort has de abandonarla, como los hobbits que han de dejar los refugios al poco tiempo de encontrarlos, vagando en una misión imposible. Pero ¿por qué? Porque –y está es la última metáfora– hay que sufrir. Piénsenlo: El consejo ni siquiera nos dice que la vida es sufrimiento: va más allá y afirma (metafóricamente) que si encuentras el confort, lo abandones en pos de otra cosa. Cuando lo alcances de nuevo, abandónalo otra vez. Entonces ¿por qué querría dar alguien este consejo?

3. “Sal de tu zona de confort” es un consejo ideológico.

Para responder a la pregunta planteada al final del punto anterior debemos entrar en el terreno de lo ideológico. No existe una respuesta fácil, pero yo entroncaría la respuesta con lo que Max Weber llamó “la ética protestante”. Para entender la ética protestante es necesario recordar –muy brevemente- los dogmas del calvinismo.

El calvinismo es una rama del cristianismo protestante que defiende que cada ser humano está predestinado desde su nacimiento a salvarse o a condenarse a las llamas del infierno. Según el calvinismo no son tus actos los que determinaran si te salvarás o condenarás, pero tus actos sí serán un indicador de si estás predestinado a salvarte o no.

De aquí viene la ética protestante: es una ética basada en la demostración pública de una vida puritana, y se basa en los principios del sufrimiento, el sacrificio, el desprecio por las comodidades; signos todos de que perteneces al grupo escogido para la salvación. Da igual lo que hagas con tu vida: lo máximo a lo que puedes aspirar es a que parezca que te vas a salvar, pero no puedes influir en el resultado. Imagínense el nivel de agobio que puede generar esa idea. La idea de que no llegas, la idea de que no te da tiempo, la idea de que hagas lo que hagas no es suficiente, de que al final no está en tu mano ¿No les recuerda algo? ¿Conocen a alguien que le interese la productividad y que no tenga un nivel alto de agobio en su vida? ¿O es posible que esté invertida la causalidad?

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“Calvin” debe su nombre a Calvino, y es algo que se nos hace notar en varias ocasiones…

Dejen que les aporte otro dato interesante. Weber propugnó que esta “ética protestante” era el factor diferencial que permitió la aparición e instauración del primer capitalismo europeo, y defiende que en los países en que arraigó (más o menos libre de espiritualidad religiosa) es donde floreció con más fuerza el capitalismo moderno. Y, añado yo, si seguimos esta línea de puritanismo, libre comercio, liberalismo y su hijo ciclado y psicópata, el neoliberalismo, llegamos a la idea actual de “sal de tu zona de confort”, y a la universalización de estas ideas. Pero esta ética se presenta de forma subterranea: en el nivel superficial el mundo consumista es colorido y mágico, es «el lugar donde tus sueños se hacen realidad». Únicamente en el nivel metafórico se revela el ascetismo, el sufrimiento, la desesperación de que lo que se te había prometido no se va a cumplir.

A las ideologías terribles les gusta disfrazarse de inevitables.

¿Resulta confuso? No me extraña. Ha sido un paseo vertiginoso. Repasemos el camino seguido hasta aquí, metáfora a metáfora:

  1. La “zona de confort” es una representación metafórica de ti mismo/a, de tu psique.

  2. La “necesidad de salir” es una representación metafórica de que la zona de confort está mal por lo que, según la primera metáfora, tú estás mal. La dirección buena, nos dicen, es siempre hacia fuera.

  3. El imperativo a salir de la zona de confort es una exhortación metafórica a abandonar la comodidad y abrazar el sufrimiento, a salir de tu propio ser, a morar en un terreno de eterna insatisfacción. No es que no exista la comodidad: es que debes abandonarla activamente.

  4. Estas ideas entroncan con la formación histórica del capitalismo, y abonan el consumismo que engrasa el sistema capitalista actual. Según este credo (ahora) laico, la única manera de encontrar algo de paz es “abandonar la zona de confort”, en una huída hacia delante, en busca de un refugio que también habrá que abandonar.4 Deja el trabajo por otro mejor, cambia el teléfono por otro mejor, abandona a tu pareja por otra mejor, deja tu vida por otra mejor, deja de ser la persona que eres para ser otra mejor. Porque estás mal, porque necesitas que te arreglen, necesitas que tu éxito sea un indicador de que perteneces al grupo que se salvará.

  5. Así se concluye que “abandona tu zona de confort” no es un consejo técnico sino ideológico. De forma análoga, y a una escala distinta (aunque emparentada), los gobiernos “tecnocráticos” no existen: también son ideológicos. A las ideologías terribles les gusta disfrazarse de inevitables.

El propio concepto de productividad está asociado a la idea de la producción, que a su vez entronca con el capitalismo, así que no es raro el camino que hemos recorrido. Pero entonces ¿qué podemos hacer? ¿Existe alternativa a todo esto?

Evidentemente sí, y es algo de lo que hablaremos, si les apetece, en breve: Las alternativas a salir de la zona de confort.


  1. Si les interesa el tema, les recomiendo “La metáfora como analizador social”, Emmanuel Lizcano. No apto para corazones sensibles ni días sin café 
  2. ¿Han visto lo que he hecho aquí? 
  3. Es gracioso que esta parte contradice abiertamente otro de los consejos clásicos de la autoayuda Disney: “Sé tu mismo”. ¿Cuál es la alternativa a ser uno mismo? ¿Ser batman? 
  4. “Sal de tu zona de confort” es como que te persiga un terminator. 

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