A veces, por la noche, cuando no puedo dormir, me pongo a pensar en el mal, también conocido como el Mal.1 Es decir, es un tema interesante. ¿Existe el mal absoluto, o siempre está condicionado a unas determinadas circunstancias? No parece un tema fácil, pero sí que debe ser soporífero, porque siempre me duermo antes de llegar a una conclusión.2 En realidad, el mal es un tema que nos persigue desde la niñez. A pesar de la dificultad de alcanzar una definición de consenso, todas las religiones están obsesionadas en mayor o menor medida con la idea del mal. Cuando nos llega el turno de educar a nuestra crías nos obsesionamos con inculcar una idea de moralidad (“¡Eso está MAL!”).
Y en las historias… Una historia es difícil de desarrollar si no hay un personaje malvado. Al menos, tienes que creer que hay un personaje malvado… Hay grandes historias basadas en que lo que creías malvado resultaba no serlo. Les cuento mi breve historia con una de esas historias.3
Breve historia de la historia
Yo tendría unos seis años. Era una de esas noches en la que los adultos estaban distraídos con sus cosas y mi hermano y yo podíamos poner lo que quisiéramos en la tele. La película (que, de haber pedido permiso, seguramente no podríamos estar viendo) llegaba a su fin, y en la televisión un androide asesino, un malo, perdonaba la vida al bueno. No, no se la perdonaba. Le salvaba. Entonces el malo, antes de morir, soltó un discurso sobre el sentido de la vida y la muerte, y sobre cómo sus recuerdos desaparecerían como lágrimas en la lluvia. Quizás les suene.
¿Pero ese no era el malo? Se suponía que sí… Desde entonces, nada ha vuelto a ser lo mismo. Seguramente se tratase de un proceso más complejo, pero si miro hacia atrás ese momento marcó la frontera entre una moral sencilla, dicotómica, y una compleja.
Siempre he necesitado la ficción para entender la realidad. No me miren raro, todo el mundo lo hace: Es una de las funciones de la ficción. Por eso cada época histórica tiene formas específicas de contar historias y modelos normalizados de ficción. Por eso los cómics de superhéroes son tan distintos según estemos en posguerra o en guerra fría. Por eso las primeras versiones del cuento acaban con Caperucita muerta y las actuales con una cirugía in extremis del lobo, saltándose todos los procesos sanitarios y las más básicas normas del consentimiento informado prequirúrgico.4

Las dos sendas del mal
En la ficción hay dos sendas hasta el mal: La esencial y la adquirida. En la forma esencial, «naces» (narrativamente hablando) malvado; en la adquirida, te conviertes en malvado por el tiempo y las circunstancias.
La forma esencial del mal nos muestra personajes que son malvados porque sí: Quizás su alma estaba corrompida desde el comienzo, quizás viene de una larga saga de malhechores. Narrativamente, ese personaje es un arquetipo y no necesitamos más explicación para sus actos. No evoluciona. Es una simplificación, y también la forma más común de presentar el mal en los cuentos infantiles. No obstante, también aparece con gran frecuencia en la narrativa adulta. La bruja, el lobo, Gárgamel, Skeletor, pero también Sauron, Mordred o el agente Smith.
Otras historias nos muestran el mal como algo que se desarrolla o contagia, como la gripe o las anginas. Es el mal adquirido. No es esencia sino accidente. Una persona, normal o extraordinaria, se desvía del buen camino y acaba convirtiéndose en su contrario. A veces su función es de contraste con el protagonista, el héroe (o la heroína). Si las circunstancias hubieran sido otras este personaje malvado podría haber sido una persona normal. Quizás incluso un héroe.5 Es práctica habitual disfrazar el mal adquirido de mal esencial, para poder esbozar una historia de redención. Si el mal tuvo causa, se te puede sacar de él. Según esta concepción, del mal se sale. Hola, Darth Vader.

El mal y la realidad
La ficción y la realidad están continuamente retroalimentándose. No estoy seguro de que en el MUNDO REAL 1.0 existan personas esencialmente malvadas, pero lo que si es seguro es que (existan o no) tenemos términos específicos para nombrarlas. En la antigüedad hablábamos de endemoniados o poseídos, brujas, monstruos. Ahora hablamos con alegría de la gente tóxica, psicóticos o sociópatas. Monstruo siempre permanece como término transversal para nombrar al mal.
El mal tiene una importante función social: La idea del mal esencial nos permite diferenciarnos de lo que nos aterra (“Yo nunca seré así”). El mal adquirido, a su vez, nos habla de nuestro interior (“Yo podría ser así”).
Pero el mal adquirido nos atrae como la luz a las polillas. Es natural. Si el mal se puede “contraer” no estamos tan lejos de su influjo. El relato de la caída, del alejamiento de la virtud es tan antiguo como el acto de narrar.6 Y con los relatos de caída surgen los relatos de redención.

Necesitamos creer en la redención porque todo el mundo es un poco malvado (en el mejor de los casos). Es necesario abrazar la santidad o la ingenuidad más puras para no tener algún contacto con ese pasajero oscuro, esa parte malvada. Puede que lo seamos siempre, o solo a ratos, o en nuestro trabajo, o en la guerra, o en el instituto, pero lo somos. Por eso estudiar a los villanos es una forma de entender una parte de nuestro interior que no siempre nos gusta ver. Piensen en Jekyll y Hyde. Quizás sea mejor no destilar mucho la maldad.
Un tercer tipo de mal: el que está bien
A la hora de contar una historia el camino más corto es decidir que el antagonista es malo porque sí, y te dejas de complicaciones. Esto suele ser satisfactorio cuando tienes una corta edad, pero lo es menos a medida que aumenta tu contacto con el mal real del mundo. Porque una parte nuestra gusta de identificarse con el antagonista. Nos gusta entender cómo han llegado a esa situación, porque su gran caída simboliza nuestra pequeña caída, su gran redención es nuestra pequeña redención.
Es muy satisfactorio descubrir que un mal que creías esencial es, en realidad, adquirido. Si hay perdón para los malvados lo hay para todo el mundo. Pero es todavía mejor descubrir que a veces el mal es sólo otra forma de nombrar la desobediencia.7 No hay nada moral, no hay nada intrínsecamente correcto en obedecer. Nuestra existencia es compleja y lo correcto es muchas veces ambiguo. A veces la desobediencia puede ser la única alternativa correcta.
Esta es la tercera forma que puede adoptar el mal, ya sea en la ficción o en el mundo real: el mal puede no ser otra cosa que el bien disfrazado, y viceversa. Por supuesto, no hay ninguna fórmula correcta ni ninguna narrativa que nos vaya a facilitar el trabajo de saber cuándo se trata de una cosa o de la otra.
Ser humano es una cosa maravillosa ¿verdad?. Muchas historias tienen una moral, una idea predefinida de lo que es el bien y el mal. Pero según esta última forma del mal, y basándose en esta concepción, hay un tercer tipo de narrativa en los que la moral es solo uno más de los agentes de la historia. Si esto les parece complicado en una historia, ya saben cuán fácil es en el mundo real.
Espero, con esto, haber aclarado todas las dudas al respecto.8
- Empecé contando ovejas, y una cosa fue llevando a la otra. ↩︎
- Bien pensado, si es un tema soporífero no debería tratarlo en mi blog, pero quién dijo miedo. Este es un blog audaz, no como otros que hay por ahí, como el de Pérez-Reverte. ↩︎
- ¡Oh! ¡Qué metanarrativo! ¡Cuantos niveles de profundidad en una simple entrada de blog provinciano ↩︎
- Incluso hay una versión de los cuentos políticamente correctos en los que Caperucita y el Lobo resuelven sus diferencias por su cuenta de forma no patriarcal sin la intervención del leñador. Me encanta ↩︎
- Si quieren un tratado cinematográfico de esta idea, echen un vistazo a Unbreakable (El protegido)↩︎
- Hay un libro de aventuras muy bueno que nos cuenta la caída del Primer Ángel, la corrupción de los primeros humanos. También hay diluvios, el fin del mundo, Sodoma y Gomorra, gente que resucita, mártires… ↩︎
- Desde esta perspectiva, es posible que el mal esencial no sea más que una expresión de crítica al orden establecido, codificado de forma negativa en la ficción por el pensamiento convencional, y que el mal adquirido sea una simple estrategia de defensa encaminada a la supervivencia. Es una explicación sencilla y elegante. Esto lo pongo como nota a pie de página porque luego la gente me protesta porque hablo raro ↩︎
- 😂🤣🤣😂 ↩︎