He Man y la posverdad

Acabo de hacer un visionado nostálgico de Masters of the Universe (Masters del Universo), la película de He-Man de 1987. Ya, ya sé lo que me van a decir. Que por qué. Ya quisiera yo tener una respuesta satisfactoria. Les juro que en mis recuerdos adolescentes la tenía archivada como una película, si no buena, más o menos decente, y resulta que no. Yo solo me dejé engañar. Quiero decir, Dolph Lundgren. ¿Alguna película buena de Dolph Lundgren? ¿Oigo Rocky IV? No se pasen… A veces es mejor dejar la nostalgia quieta.

Lo mejor de He-Man es que es virtualmente imposible verla con algún tipo de expectativa. Recuerdo cuando hace unos años fuimos al cine a ver El Señor de los Anillos con una cierta aprensión, por todo eso de tratarse de una película basada en una saga icónica de libros de fantasía medieval. No sé por qué, cuando ves una adaptación cinematográfica de algo que te gusta sientes una especie de responsabilidad moral un tanto extraña, pero cuando ves He-Man no sientes nada de eso. Como mucho, vergüenza ajena, pero nada más. Al fin y al cabo, es una película basada en las historias que se inventaron, con más prisa que tiento, para subir las ventas de unas figuras articuladas. No es la misma sensación. Con que el personal sepa recitar las frases que el estudio llamaba, un tanto pomposamente, “guion” ya parece que hayan hecho un esfuerzo suficiente.

Y el caso es que He-Man es un personaje interesante. Es un triunfador, un hombre hecho a sí mismo a base de arrojo y un excedente de testosterona. No sé por qué, ayer me asaltó la idea de que, tras los avatares del film, He-Man se volviera un empresario de éxito, se dejara llevar un tanto en el plano físico y acabara convirtiéndose en Donald Trump, presidente de Eternia, tras unas locas, locas elecciones contra la hechicera de Grayskull. La expresión (no-expresión) facial de Dolph me recuerda un poco a la de Donald. Además, se dice que Dolph es superdotado intelectual y Donald se cree uno. Hay parecidos razonables…

Fotograma de Rocky IV

Pero el paralelismo realmente interesante radica en la historia de He-Man y los acontecimientos recientes de EEUU. En las primeras versiones de la historia de He-Man, narrada desganadamente en una especie de comics que regalaban con las figuritas, He-Man era un bárbaro de una tribu de Eternia que se iba a buscar fortuna a la gran ciudad. Triunfa, claro (¡Es He-Man!), y se convierte en el mostrenco de éxito que hemos llegado a conocer y amar. Resumiendo: He-Man es un dreamer, un sin papeles que no se arredra ante las fronteras y las dificultades y que finalmente consigue regularizarse y alcanzar su final feliz.

Lo interesante es que una vez que He-Man se convierte en un hombre de éxito y un prototipo de la masculinidad dominante, su pasado cambia. Cuando el chico de barrio se convierte en el icono de superhombre Mattel decide que, en realidad, He-Man era un príncipe, y el poder de Grayskull ya no es un merecimiento, sino una herencia. Es importante señalar que no es que se descubran estos nobles orígenes, sino que se reescribe su pasado, borrando el anterior. La primera historia de He-Man es de superación, es una historia de trascender tus límites (versión homo habilis). La segunda es una historia que versa sobre cómo los ricos tienen mejores juguetes y más oportunidades.

He-Man, serás master del universo, pero esa no es una buena manera de coger una espada…

He-Man anticipa la posverdad. Cuando tienes éxito, la historia –tu historia– se amolda a tus necesidades e intereses. Por supuesto, He-Man es ficción, pero la reescritura de su historia, la reinterpretación de sus origenes, es del mundo real. La posverdad es el proceso por el que, en la conformación de la opinión pública, pierden peso los hechos y lo ganan las emociones y la narrativa como formadoras de verdad por encima de lo puramente contrastable. No hablamos de tener distintas opiniones sobre temas dudosos, hablamos de rechazar hechos comprobables en favor de historias fabuladas porque estas nos gustan más o encajan mejor con nuestros valores o ideas previas.

Si tratamos la primera versión de la historia de He-Man como canónica las demás versiones, cada vez más delirantes, son reinvenciones acumuladas muy al estilo de las que Trump gusta. Trump es un hombre hecho a sí mismo, en el sentido de que se ha inventado un personaje que encaja perfectamente en la historia reciente, también inventada.1 La política actual cada vez se apoya con más descaro en las narraciones, y una de estas historias que nos contamos es el cuento de que votamos de forma racional.2

¿Y Skeletor? ¿Qué papel desempeña el archienemigo de He-Man? En las primeras versiones de la historia Skeletor es un personaje que se vio obligado a huír de otra dimensión. Su principal motivación es abrir un portal entre los mundos para regresar al suyo, pero nunca lo consigue. En realidad, He-Man y él no son tan distintos. Las principales diferencias son 1) que He-Man llegó primero y 2) que Skeletor es malvado. Pero, claro, esto último sólo lo sabemos porque la historia la cuenta He-Man ¿verdad?

Porque si cambiamos a la perspectiva de Skeletor, su versión de la historia sería la de un refugiado de una zona en conflicto que intenta regresar a su hogar, pero sus planes se ven siempre trágicamente frustrados por He-Man, el líder super ario de un grupo neonazi que defiende que compartir el poder de Grayskull sería peor para todos en general y para él en particular. A He-Man le gusta levantar su varonil espadita al cielo y gritar “Yo tengo el poder”, lo cuál nos puede dar algún indicio sobre el tipo de gobernante que es.

La verdad, de He-Man nada, pero esperábamos más de ti, Skeletor…

Donald Trump también gusta de levantar la espada al cielo y decir que él tiene el poder, o que su botón es más grande que el del Skeletor de turno. También cree que los refugiados y extranjeros representan una amenaza, y se previene contra ellos. Porque Trump y He-Man necesitan enemigos para definirse en contraste y, si sus enemigos no están a la altura de sus necesidades, se inventan sus defectos.

Es dudoso que la intención de Masters of the Universe fuera hacer pedagogía política3 pero creo que podemos sacar algo de todo esto… Por ejemplo, que cuando nos quieran convencer de la bondad de determinadas decisiones políticas debemos tener en cuenta las narrativas en las que se incluyen. Cuando nos cuentan una buena historia ésta parece cierta, pero es una estrategia peligrosa a la hora de valorar decisiones políticas. Una buena historia es una forma de propaganda. Y no hay historias sin moral.

Y es que votar en unas elecciones, especialmente en sufragios directos, se parece mucho a comprar figuritas articuladas. Los candidatos vienen con una pequeña historia contándote los orígenes del personaje, y puedes comprar una figura u otra según te identifiques con su narrativa, que puede ser cambiante. Por eso tu candidato favorito puede ser primero un bárbaro de una tribu de Almería y luego el príncipe de una saga de larga tradición. Por el poder de Grayskull.


  1. “Hagamos América grande otra vez” ↩︎
  2. Esta idea la mantenemos con obstinación a pesar de las toneladas de estudios demostrando nuestras limitaciones racionales en general, y en particular para temas de abstracción tan alta como la discusión política. Podemos ser racionales, pero no lo somos la mayor parte del tiempo ↩︎
  3. Más bien me atrevo a afirmar lo contrario… 🤣🤣🤣 ↩︎

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