A veces me da vértigo cuando me pongo a escribir el post de la semana porque creo que me voy a quedar sin temas. Luego me acuerdo de que llevo diciendo tonterías toda la vida y se me pasa. Ya sería mala suerte que justo se me fuesen a acabar ahora. El petróleo se lleva acabando hace más de cincuenta años y, ya ven, a día de hoy mi coche sigue sin funcionar con coca-cola.
Me relajo. Un minuto nada más, porque me entra canguelo cuando recuerdo que esto lo puede leer cualquiera. Mi familia, jefas y exjefas, gente con la que he compartido la vida laboral, ese señor que toma el café en el bar de abajo y me mira raro…
Afortunadamente, mi lado optimista me recuerda enseguida que esto no lo lee ni dios demasiada gente y se me pasa un poco la angustia. Le pregunto a mis (multitudinarias) amistades si les ha gustado el post de esta semana y me dicen que mucho y me cambian rápido de tema. Si me siento pesimista, pienso que les ha parecido una mierda francamente mejorable, y si estoy optimista pienso que es simplemente que no lo han leído. Lo sé, lo sé: mi optimismo cobra demasiado para lo que hace. No compren su optimismo en Aliexpress, de verdad se lo digo.
No pasa nada. Lo que de verdad me da miedo son los halagos. Los halagos realmente me paralizan. A veces me queda una entrada buena, y lo sé, y lo anuncio, y me regodeo, y me siento como Márquez poblando Macondo, y me imagino el suplemento cultural de El Mundo glosando mi prosa pizpireta y melancómica, y todo está bien… un rato. Hasta que me pongo a pensar en el tema de la siguiente entrada. ¿Les he hablado de las cosas que hace mi optimismo, verdad? Es como si mi estado de ánimo fuese concejal del PP cuando aprobó su Máster (oficial) de Optimismo y Buen Rollo.
No me acuerdo de la mitad de lo que he escrito, ni de la mitad de la mitad de lo que he opinado. Calculo que haya opinado prácticamente de todo, a favor y en contra. Seguro que en algún punto de este blog he defendido el exterminio de cachorritos de gato. Seguro que he mantenido posturas incoherentes sobre temas candentes. Seguro que he repetido los chistes malos, y seguro que ni siquiera tenían gracia la primera vez1.
Así que, cuando me halagan, puedo asumir que el próximo post que escriba va a ser malo y decepcionará a todo el mundo. Será malo. Lo odiarán… Joder, ¿Y si no hay halagos? ¿Y si la entrada de esta semana no despierta ninguna reacción positiva? Entonces es mucho peor. Y así cada martes…

Cuando empecé a escribir este blog me autoimpuse una serie de reglas que he ido incumpliendo religiosamente2. A veces las anuncio públicamente para incumplirlas la semana siguiente, en la mejor tradición del autosabotaje. Sé que lo mío huele mucho a síndrome del impostor, pero no quiero incidir en ello, porque tengo un boceto de entrada sobre el tema que algún día saldrá. Algún día.
Porque ese es el asunto. Yo querría tener tres blogs: uno para las tonterías, otro profesional3 y el último académico. También querría tener tiempo para escribir al menos en uno de ellos. Y, ya puestos, tener alas, el poder de leer mentes y la capacidad de recordar la matrícula (y la ubicación) de mi coche. En realidad, me he quedado corto. También querría tener un blog personal. Otro blog más en el que escribiría bajo pseudónimo contra los poderes fácticos que generan injusticias mundiales. Otro sobre perros y gatos. Uno puramente sociológico. Uno dedicado prioritariamente a temas de desigualdad. Otro con enfoque exclusivo de género. Otro para temas de productividad. Bueno, se hacen una idea4…
Me pregunto si son cosas mías o si es algo compartido por la mayoría de la gente que se dedica a escribir insensateces. Supongo que podría estar haciendo algo completamente distinto, pero, qué quieren que les diga, eso es algo que se puede aplicar a cualquier aspecto de la vida. Quizás podría adoptar otro enfoque… Pero es que, en el fondo, me gusta mi blog. Es como el final de Lilo y Stich5.. Es pequeñito, puede que esté algo roto… pero aún así está bien… sí, creo que está bien. 😊
No se pierdan la entrada de la semana que viene. Hablaré sobre… algo. Seguramente.
- Sólo doy gracias por haber pasado la adolescencia y primera juventud cuando los móviles aún no tenían cámaras decentes. Gracias, gracias ↩︎
- Uno siempre puede contar con su propia displicencia ↩︎
- Cuando, ya saben, decida finalmente cuál es mi orientación profesional ↩︎
- Porque, por supuesto, este blog no sabe a dónde va, y, si me apuran, ni ganas que tiene de saberlo. Quiero decir ¿me conocen? ¿tengo yo el aspecto de ser una persona que sabe qué quiere hacer con su vida? Pues imagínense mi blog. Pardiez. ↩︎
- ”Esta es mi familia. La he encontrado yo solito. Puede que sea pequeña, y que esté rota… Pero aún así esta bien. Sí… Aún así está bien” ↩︎
Bueno, lo primero decirte que me encantan tus entradas (ahí tienes un halago, a ver lo que haces😁) y segundo, que no eres el único que tiene esas ideas sobre el blog. Escribir es como desnudarse, al principio da vergüenza, pero luego es reconfortante ver que no eres el único que va desnudo por ahí😉. Sigue con tus reflexiones!
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Ay, qué nervios… Seguro que la próxima entrada no estará a la altura… 🤣🤣🤣 ¡Muchas gracias!
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Anda mira! yo también tengo «pánico bloguero»: cuando me leen, cuando no me leen, cuando me comentan, cuando no, cuando me halagan, cuando me ponen a parir ………. pero qué sería la vida sin estos momentos!!!
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El «pánico bloguero»… Es un buen término… 😅
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¡Te has vendido! ¡Tú antes molabas! Se nota que se te han acabado las ideas. Vuelve pa tu pueblo, ¿a quién quieres engañar? 😛
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🤣🤣🤣🤣 La semana que viene sacó un recopilatorio de los mejores post del año, verás… 😂
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