Operación huevo: la vida en la fase 3

Me dispongo a hacer una tortilla cuando descubro que no tengo huevos. No es que no me atreva: es que se me han acabado. Pienso, hago memoria de recetas extravagantes, busco alternativas y decido que no hay manera de escaparse de esta: necesito salir a comprar.

Me enfundo el uniforme de buen ciudadano y salgo a la calle. Tengo cerca de casa una tienda que abre en tiempos del cólera, aunque tiene un horario complicado. Abre todos los días de 9:30 a 18:30 salvo la hora de la comida, que es variable, y menos los martes, que no abre. Bueno, y los miércoles cierra de 12 a 15:30. En cambio, los viernes cierra por las tardes, aunque no está claro cuando empieza «la tarde». Y esto es todo, salvo que les toque inventario. Me planteo proponerles que hagan una app para el móvil que te active una alarma si están abiertos.

Cuando llego allí, sorpresa, está cerrada. Juraría que hoy no tocaba. Veo una addenda junto al horario habitual, que dice que lunes y martes cierran a las 18:00. Miro el reloj: son las 17:50, pero esto es España, así que no le doy más vueltas. Será el carácter latino. Seguro que si hablo mañana con la dependienta y me dice lo que cobra le acabo dando la razón por cerrar pronto.

Así que sigo hasta el supermercado. Ya desde lejos me temo lo peor: hay una cola de unas 15 personas para entrar. Calculo cuánto tiempo puede llevarme llegar hasta la puerta: no hacía tanto ejercicio mental desde la selectividad. Al final hago pereza y decido que lo mismo se ha quedado buena tarde para hacerse vegano. Podríamos decir que, al final, no hubo huevos.

Queda feo decirlo, pero echo de menos aquellos tiempos más sencillos de la fase 0, donde uno podía ir por la calle a comprar una docena de huevos y no encontrarse a más de 50 personas. Déjenme. A fin de cuentas, hay gente que echa de menos el franquismo. Júzguenles a ellos, si eso.

Inicio el regreso a casa. Cada vez menos gente con mascarilla. Me pregunto cuánto hay de agudísimo epidemiólogo que encuentra la evidencia de su utilidad insuficiente, cuánto de garrulismo y cuánto de haber estimado que con mascarilla se les arriman más, como a un toro afeitado.

No es tan grave siempre que se respeten los dos metros de distancia, claro. Lo malo es que al cambio «dos metros» vienen a ser unos veinte centímetros. En este país no nos gusta que nos digan a qué distancia podemos estar, cuánto podemos beber o cuándo podemos conducir. Es un poco la estrategia Braveheart: podrán quitarnos la vida, pero no la libertad.

No crean que está tan alejada la cosa: Braveheart es una película sobre un señor al que le matan a la novia y se le van las ganas de vivir, pero como no le da el ánimo para suicidarse se pone a armarla cada vez más gorda a ver si alguien le hace el favor de matarle. Empieza a montar pollos con los vecinos, a acudir sin mascarilla a batallas en inferioridad numérica, a toquetear la fruta del mercado sin guantes… todas esas actividades de riesgo. No se lo tomen a guasa, porque al final se sale con la suya y se muere. O le matan. Un fallo multiorgánico, que el COVID es muy suyo.

En realidad, en Braveheart también hay una estrategia de salud pública. ¿Recuerdan la escena de los caballos y las picas? Podemos hacer lo mismo: salimos de casa con un palo de dos metros. Si puedes dar con él a alguien es que se había acercado demasiado. No sé, puede que el hambre me esté poniendo violento. Todavía no sé qué voy a poner de cena.

Me da que para la desescalada van a hacer falta los huevos.

Un comentario

  1. ¡Es que manda güevos ! A mí, solo se me ocurre gritar una petición de abastecimiento ¡ ¡Manda güevooooosss!!! Pero, ni con ese vocerío, ni en mensaje de silbido gomero, ni con morse usando humo…,nada. Hostias en vinagre..
    Al fin, un zorro/raposo, especialista él en gallineros, me dijo: Es que yes bobu. ¿Non leíste en Tribuna a un par de mocinas que se metieron por una gatera y retrataron la de dios de pollos y polles, todes encoladas pa las cazueles, y, por lo que golieron, mu mal cebaes, sarnoses, les pates con pezuñes retorcíes, les crestes más blanques que les plumes ( esto, normal, ya que caguen mesios…) Pues las venden toes, no dan abasto para la comida basura, y que los zampones no se enteran que cuando se despellejen tan fácil, como arremuñaes en plásticu, no les comento ni los perros…Pues eso, coño: ¡que non hay güevos abondo pa empollar,…!!!
    Es verdad, oye. Ni los gallos cantan ya lo del polvorete, y poco kikirikean. No pueden, no tienen fuerzas ni para pedir la monogamia. ¡Manda güevos, manda c…….s con la demanda…!!!

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