No sé si lo han notado, pero desde que empezamos a adoptar la nueva normalidad como quien estrena zapatos nuevos el amor parece estar en el aire. Y, miren, me cuesta ser tremendamente crítico. Porque, yo qué sé, será arriesgado y lo que quieran, pero si a mí me hubieran tenido separado de la parte contratante unos meses creo que en el reencuentro tampoco podría haber garantizado condiciones de nulo riesgo de contagio.
Quizás sea un mal ciudadano o peor persona. Así que le he preguntado a mi mujer si, no siendo convivientes y recién salidos del aislamiento, hubiésemos respetado las medidas de seguridad y me ha dicho que ni de coña. Me he quedado más tranquilo, porque ni siquiera ha dudado. Al menos, si soy mala persona y peor ciudadano, comparto vida con alguien similar.
Pero, claro, estoy hablando de amor romántico. Estamos socializados en esa idea loca de que el amor todo lo puede y que ni los virus lo resisten, pero los fines de semana, ejem, mucha gente no parece estar buscando necesariamente el amor romántico, sino que ven aceptable cualquier forma de fricción. Y eso me lleva a mi duda…
¿Cómo será ligar en tiempos de pandemia?
Como al resto de mi generación, me socializaron en la idea obsesiva del sexo seguro. Había talleres en los colegios, en los campamentos, en las gasolineras… menos en catequesis, casi en cualquier lugar. Llegabas a los 14 años sabiendo poner un condón a oscuras y con un mano atada a la espalda1. El problema era la orientación de esa educación sexual, que se centraba sólo en el condón y el órgano que recubre. Era una educación sexual de unicornios.
Luego vino la eclosión del VIH. Todo el mundo se acuerda (es un decir) de la gripe del 18, pero la última gran pandemia empezó en los 80 del siglo pasado. Creo que hemos integrado tanto sus preceptos que se nos ha olvidado que aquello también fue una nueva normalidad, la de aquella enfermedad que en su pico trajo a España tasas de mortalidad del 0,9.
Dicen que el VIH cambió la manera de relacionarse y de, por supuesto, ligar. Aunque las ETS y el riesgo de embarazo siempre han estado ahí parece que el VIH representó un cambio de costumbres, un aspecto más de esta realidad ciberpunk a la que nos dirigimos a toda vela. Pero desde hace algo más de una década el sexo seguro ha entrado en crisis: el uso del preservativo ha disminuido y las ETS se han disparado. Y, con este panorama me pregunto…
¿El sexo esporádico en la era COVID será más peligroso?
De pandemia en pandemia, y tiro porque me toca, he acabado pensando en las dificultades del llamado sexo seguro. Quiero decir, parece lógico pensar que si hay una manera de tener sexo con pocos o nulos riesgos y otra más peligrosa pero marginalmente más agradable la gente elegiría de forma unánime la primera. Bueno, pues no. Eso ya suponiendo que no haya, a pesar de las clases teóricas, errores en el práctico. Lo que vendría a ser la diferencia entre eficacia y efectividad. Así que, preguntón como el niño de Escaramujo, me cuestiono:
¿Se dará un Efecto «De perdidos al río» ¿Habrá gente que en los ligues de una noche diga “ya que no usamos mascarilla tampoco hace falta el condón“? ¿Acabaremos con camisones de aislamiento fenestrados en los lugares claves, como los de los peores tiempos de la mojigatería?

¿O será al contrario? ¿Se contagiará el miedo a la exposición y la seguridad en las relaciones aumentará? Y si no es así… ¿Compensará el exceso de embarazos la sobremortalidad de este año?
Porque toda esta nueva normalidad tiene algo de casposa. No me he leído las instrucciones a fondo, y corríjanme si me equivoco, pero creo que, como en los mejores/peores tiempos del nazional-catolicismo, es ilegal tener relaciones sexuales con alguien con quien no convivas. Salvo que lleves mascarilla, claro. Me imagino que en el partido de la caja estén encantados, aunque ya sabemos lo que suele pasar con las cosas ilegales…
En realidad, pocas cosas hay más biológicas que correr riesgos mortales por aparearte. Igual es que nuestra especie ha perdido la práctica. Esto del coronavirus nos conecta con nuestra parte más salvaje, sobre todo en esos periodos de la vida en los que el sexo no es una cuestión de preferencia sino de posibilidad.
Esperemos que el COVID y el VIH no decidan unir esfuerzos para la secuela de esta Guerra Mundial Vírica en la que el criterio de victoria es poder salir a los bares. Póntelo, pónselo, y lávense las manos.
- Lo cual ha acabado siendo de mayor utilidad de lo que esperaba ↩︎
Se dice que » el orden de los factores no altera el producto». Matemáticamente es así, mas para que «el producto » del acto sea sano, al menos de forma preventiva, lo primero hay que ser un «pilatos» LAVANDO LAS MANOS.
Después, ya se puede maniobrar en la puesta a punto condonicionada, caricias y demás ceremonias. La verdad es que, con el bicho19 , la cosa está jodida, así que a joderse tocan, y mala solución es la de mastjoderse.uno y una, salvo que, si se quiere, además, tener guaje/a, no queda otro remedio que importar madre y niño en vuelo directo para evitar el riesgo que supone venir en «patera». Sin duda, entre pitos y vulvas sin uso adecuado, debe ser verdad que vamos camino de la extinción humana.en pocos lustros ¿Tendrán alguna solución «los cuervos catedralicios»? Politicamente y con ayuda mística, puede que la salvación venga mediante el gobierno del señor «Soltero», puesto que dijo que Noé había previsto el Diluvio y se había embarcado a tiempo. Deduzco que dicho señor, amigo del botellón, era visitado en sus etílicos sueños por tal político, ángel que ahora se encarnó (no en rojo ni encarnado) y, en reciprocidad, recibirá la inspiración para salvarnos definitivamente, por los siglos de los siglos AMÉN. Mientras llegasu gobierno, el negocio estará en fabricar condones por millones, pero adaptados en tamaño y configuración a nuestros cuerpos, y con respiradores en el cogote. Como submarinistas de secano nos podemos ver……
Un abrazo virtual.
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