Hoy, separando las partes comestibles del duro tallo de un brócoli un poco en el límite de la comestibilidad, me ha asaltado un pensamiento. Y lo que me ha venido a la cabeza es que todo sistema de productividad debería ser honesto contigo y hacerte notar que la mayor parte del tiempo no vas a estar realmente haciendo nada "útil" o "productivo". Qué les puedo decir, a Arquímedes le venían las ideas mientras se daba su baño mensual, a Newton mientras robaba manzanas al vecino (o algo así) y a mí mientras preparo deliciosas ensaladas.
Porque, a fin de cuentas, el tiempo de nuestra vida es como un brócoli: tiene un tallo duro con el que no puedes hacer gran cosa (no me vengan con recetas imaginativas, yo también he aprovechado el tallo del brócoli) y tiene unas partes comestibles que, te pongas como te pongas y te drogues con lo que te drogues, son sólo un porcentaje del total de la planta.
Pero no tiene sentido sufrir con tanta fuerza como a veces dedicamos cuando nos toca tallo. Sin el tallo el resto del brócoli se desparramaría por ahí y no podríamos tener todos esos momentos altamente significativos de la vida. Nuestra autobiografía es un diario editado, al que quitas los días aburridos (y añades un poco de salsa a los "sólo medianamente significativos").

Es posible que los sistemas de productividad quieran tener brócolis sin tallo, pero lo que muchos de ellos proponen es que el tallo se lo tenga que comer otra persona 1. O que te lo comas tú, pero como si en realidad te gustase. ¿No podemos dejar aparte el tallo, que no se lo coma nadie, y centrarnos en las partes realmente sabrosas del brócoli-vida? Me imaginé, cuchillo en mano, sociedades prehistóricas recolectoras de brócolis, que cogen despreocupadamente las partes arbóreas y tiran el tallo con ligereza al suelo de esta arcadia meliflua, soñándose bajo la protección de una deidad brasicácea que les provee de todo lo que precisan.
Luego he seguido pensando (era un brócoli grande). Los brócolis no existen en forma silvestre. Como todos los vegetales que comemos ha pasado por una rigurosa selección artificial de las mejores plantas, desechando variedades con poco que comer hasta llegar a la sabrosa verdura que conocemos hoy en día (que serviré en ensalada con una vinagreta, o quizás con un sofrito de ajos y cebolla). Toda esa planificación, todo ese proceso, es un sistema de producción o, mejor, un sistema de productividad. Nuestras vidas –nuestros brócolis– son ahora mucho mejores que antes porque mucha gente antes de nuestro tiempo caminó el arduo camino del progreso para que así fuera 2. Chúpate esta, sociedad recolectora de brócolis.
Es muy posible que un exceso de planificación no nos lleve a ningún lado. Por mucho que te esfuerces, no vas a lograr brócolis sin tallo. Pero la ausencia de planificación te dejaría con plantas espinosas sin apenas nada que comer. En algún lugar, por ahí, se encontrará la virtud.
Y eso es todo. El aceite está caliente (finalmente va a haber sofrito). En otro momento continuaré con las reflexiones que me ha producido cortar el ajo.
- Una de las fases del famoso método GTD incluye preguntarse, frente a cualquier elemento de la bandeja de entrada con el que haya que actuar, si se puede delegar. En el caso de que sea posible se debe delegar la acción.
En unos de mis antiguos lugares de trabajo éramos más prosaicos y llamábamos a esa actividad "sacar el marrón de paseo". También iniciamos la redacción de los principios de un revolucionario sistema de productividad al que llamábamos "Gestión por Montones". Tengo los royalties de la idea, así que no la desarrollaré más por aquí de momento. No descarto ser el próximo David Allen. ↩
- Ya, ya lo sé. Estoy simplificando. El progreso no es un fenómeno teleológico ni lineal. Pero no es discutible que las condiciones de vida actuales, en términos generales, son las mejores de la historia. ↩