Master and Cifuentes (II): ¡Esto…! ¡es…! ¿Esparta?

Esta es la segunda entrada sobre el papel social y político de la educación, aprovechando la excusa del escándalo del Máster del Universo de Cifuentes. Esta semana nos centramos en la meritocracia. La primera entrada, aquí.

Seguro que les ha pasado que están tomando un café y, cuando se quieren dar cuenta, están hablando animadamente sobre la Grecia Clásica. No se avergüencen, le ocurre a todo el mundo. Y también habrán notado que, en lo que al mundo helénico se refiere, a la gente le gusta mucho Esparta, sobre todo tras la peli esa de 300.

Pero yo les confieso que soy más de Atenas. Y es que hay muchos motivos para serlo, sin entrar a considerar que dieran tantas chiflas a los persas1 como los espartanos en las famosas Termópilas (pero sin recibir tanta publicidad2). Porque Atenas desarrolló muchos de los elementos de la democracia moderna, así que le debemos… ¡tanta diversión!

Por ejemplo, una idea muy ateniense que en Esparta (¡Au!-¡Au!-¡Au!) estaría mal vista: la de que la virtud política está presente en todo ciudadano de bien3. La idea quizás les parezca normal; de ella se derivan, por ejemplo, conceptos como el del sufragio. Pero en Atenas iban más allá: suponían que todo ciudadano era capaz, no solo de elegir representantes, sino de asumir cualquier cargo político. De hecho, se esperaba de cualquier ciudadano que participara en los asuntos públicos. Porque, si el poder está en el pueblo -defendían– cualquiera puede ejercerlo en su nombre.

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-¡Las reformas de Solón fueron instrumentales para conseguir establecer las bases de una auténtica democracia en Atenas! ¡Y así y todo tú, Lidia, no habrías podido votar en ella!

Piensen en esta idea: la característica principal de la virtud política no es la experiencia profesional, el mérito o los títulos académicos, sino la capacidad de reconocer la polis4, la ciudad-Estado, como un principio tan valioso, o superior, al individuo. De hecho, en Atenas tenían una palabra muy simpática para referirse a la gente que no era capaz de ver más allá del interés individual: ιδιωτης («idiotes») que nos ha llegado como “idiota”. “Idiota” es quien no participa en los asuntos públicos, quien cree que lo privado es más importante que lo público, aquel o aquella que, como Margaret Thatcher, niega la existencia de algún principio que exista más allá de lo individual. Etimológicamente hablando, la mayoría de los principios ideológicos del liberalismo son idiotas.

Hablemos, entonces, de la meritocracia. En Esparta les encantaría la meritocracia. La meritocracia es la “Cultura del Esfuerzo” hecha política. Es la idea de que nos deben gobernar aquellos más preparados. “El gobierno de los mejores5”, lo llaman a veces tanto partidos de la vieja derecha como de la nueva izquierda. ¿Pero los mejores en qué? ¿Cómo sabemos quiénes son los mejores?6

La discusión no es nueva. En realidad, una gran parte del debate en las polis griegas se basaba en enfrentar dos principios: el democrático y el elitista7. En la Grecia clásica sí que sabían divertirse. El principio democrático ya lo hemos visto: cualquiera con virtud política puede gobernar. El elitista defiende que deben gobernar “los mejores”8.

En realidad, ninguna ciudad-Estado llegó a abrazar cualquiera de los dos principios de forma completa, si bien Atenas fue el máximo exponente del principio democrático y Esparta del elitista9

¿Pero cuál es mejor de estos principios, digamos, en la actualidad? Si llevamos al extremo el principio de la meritocracia no tiene sentido convocar elecciones: sería más apropiado un concurso-oposición, o cualquier proceso selectivo lo más objetivo posible. ¿No es ese el sistema que utilizamos en otros ámbitos de captación de mérito, como para acceder a un empleo o a la Función Pública, para escoger a las personas más preparadas, más esforzadas?10. Probablemente esta idea les chirríe (y me parece un signo de lucidez que les ocurra), pero yo he conocido gente a la que esto le parecía una buena idea.

Por otra parte, si llevamos al extremo el principio democrático tampoco necesitamos elecciones: hagamos un sorteo. Si la virtud política es común en el pueblo ¿qué hay que elegir? ¡Que gobierne cualquiera que cumpla los requisitos mínimos11!

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El principio democrático sostiene que cualquiera que cumpla unos criterios mínimos es elegible para desempeñar funciones de gobierno.

Observarán que el principal problema de ambos principios es su aplicación práctica: En relación a la democracia… ¿Cómo se determina quién tiene la virtud política? En relación al elitismo ¿Cómo se determina quién pertenece a esa élite del conocimiento y el saber hacer?

Por supuesto, ya saben cuál es la solución que ha tenido más éxito. El sufragio es el apaño que encontraron en las polis para ir tirando, si bien, aunque les resulte difícil de creer, lo combinaban con sorteos12. El sufragio permite que “el pueblo” (demos) sea quien juzgue tanto la virtud política (principio democrático) como la capacidad técnica (principio meritocrático o elitista) de un candidato. Bueno, más o menos… Porque el sistema de elegir representantes no es perfecto.

En realidad, el sufragio es una decisión que se toma con información incompleta. Obviando las diferencias entre sistemas electorales, la elección de una candidatura u otra estará mediatizada en una importante medida por los valores que nos trasmitan, valores que identificaremos con la virtud política. Pero, según el principio meritocrático (principio al que se nos exhorta a dar más importancia en la política actual), también nos veremos afectados por la “preparación” (mérito) de cada candidatura.

Esto lleva a fenómenos como que los perfiles de las candidaturas sean muy similares, y a que las personas con estudios superiores estén sobrerrepresentadas, con lo que todos los gobiernos tienen un sesgo hacia ese sector de la población. Pero, en virtud del principio democrático, se siguen buscando aquellos valores que amplios sectores de la población asocian con la buena ciudadanía, lo que el Código Civil llama ranciamente “buen padre de familia”. No es casual. Repasen las características de los presidentes del gobierno español de la democracia: Hombres, mediana edad, casados con hijos, clásicos13.

 

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«Joder… Cada año ponen más difíciles los requisitos para conseguir una beca»

¿Qué tiene esto que ver con Cifuentes? Todo. Como comentábamos la semana pasada, cuando se regalan títulos, aparte de permitirte el acceso a sectores vetados, se mejora tu deseabilidad política; pareces (políticamente) mejor14. Cuando los títulos son un criterio de valoración política la educación se vuelve una forma de acceso al poder.

La adquisición de títulos mientras continúas con tu carrera política te permite aumentar doblemente lo que podríamos llamar “capital político”: al parecer mejor preparado estás aumentando tu potencial electoral. Pero ese es uno de los grandes riesgos de la meritocracia. Si queremos que nos gobierne “gente muy preparada” podemos estar vetando el acceso al poder real de las clases desfavorecidas15. Por eso la corrupción educativa es, además de un delito, un fraude político. Por eso el acceso preferente a la educación superior no es una mera «flexibilización de las condiciones educativas»

Un último aspecto: sin restar la importancia debida del conocimiento y de la experiencia… ¿No deberíamos dar más importancia a la virtud política que al mérito a la hora de permitir que nos gobiernen? ¿Existe alguna manera de medir la virtud política16? ¿Tiene alguna relación con la formación, acaso? ¿Hay algún motivo por el que una persona que haya realizado un trabajo manual duro y honesto durante muchos años no pueda ser una buena presidenta17?

Por supuesto, otra alternativa es recordar que hay muchas maneras de hacer democracia, y que se pueden plantear mecanismos para aumentar la participación ciudadana en el poder, lo que aumentará su interés y la calidad democrática de la sociedad. Y, si no, siempre podemos recordar Atenas y sus sorteos. A ver si hay suerte y me toca en la lotería de este año una viceconsejería. O un Máster de Derecho Público…


  1. Batalla de Artemisio, Batalla de Maratón, por poner un par de ejemplos ↩︎
  2. Deben tener peor community manager ↩︎
  3. En este caso, “ciudadano” no es un masculino genérico porque solo los hombres podían ser ciudadanos. Las mujeres, los extranjeros y los esclavos no. Es uno de los puntos negros de la democracia ateniense, por más que fuese un signo de los tiempos. Lo que les decía, diversión sin límites ↩︎
  4. ”Política” deriva de “polis” ↩︎
  5. En realidad la expresión “el gobierno de los mejores” era una descripción platónica para otra forma de gobierno, la aristocracia, pero entenderán que estoy limitado por el espacio ↩︎
  6. ¿Empiezan a ver la relación de todo esto con Cifuentes? ↩︎
  7. El principio elitista en realidad se llamaba “aristocrático”. No obstante, voy a utilizar el término “élite” y “principio elitista” por las connotaciones que “aristocracia” tiene en la época actual, más asociada a la nobleza que a la virtud ↩︎
  8. ”Los mejores” siempre acaban teniendo un cromosoma Y por ahí, casualmente ↩︎
  9. Por supuesto, como tantas veces que hay dos principios en juego, ambas polis se daban de palos de forma regular, si no había algún imperio por ahí intentando conquistarles a todos. Esto fue así hasta que llegó Alejandro Magno y resolvió el tema diciendo que si eso ya conquistaba él toda la Hélade, y problema resuelto. ↩︎
  10. Podíamos organizar unos Juegos del Hambre, como alternativa para nota a pie de página ↩︎
  11. ¿Alguna vez se han planteado por qué la gente que está en la cárcel no tiene derecho al voto. Viene de esta tradición. Se les supone que carecen del mínimo de virtud política para poder elegir representantes ↩︎
  12. Piensen que en nuestras sociedades este sistema de sorteo se sigue usando para algunas responsabilidades públicas, como la constitución de mesas electorales o formar parte de jurados ↩︎
  13. Poco a poco estas características deberían ir variando a medida que nuestra sociedad se hace más inclusiva pero, ya ven, aquí estamos. Ya no es que no haya habido presidentas del gobierno, es que ni siquiera han llegado a ser candidatas. ↩︎
  14. Al ser el título regalado, obviamente las ventajas son unicamente achacables al título en sí, y no a los -inexistentes- conocimientos adquiridos ↩︎
  15. Bueno, más de lo que ya lo hacemos, vaya ↩︎
  16. Existe una forma negativa, claro. Por ejemplo, a día de hoy, sólo los fans más recalcitrantes de Cifuentes podrían seguir creyendo en su virtud política ↩︎
  17. Me pueden acusar de demagogia, si quieren, pero yo no acabo de ver en qué manera ser, pongamos, registrador de la propiedad te ayuda a ser mejor presidente ↩︎

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