Me ha costado mucho escribir esta entrada. No solo porque sus primeros bocetos podrían haber sido constitutivos de delito, viendo cómo está la libertad de expresión últimamente, sino porque el tema me resulta especialmente sensible y el número de enfoques a considerar, estremecedor. Por eso llevo unas tres semanas de retraso para tratarlo1 desde que saltó la bomba2.
Estoy hablando, por supuesto, del caso Cifuentes, que es algo que me ha puesto de muy mala uva. Y es que comparto los motivos de enfado de mucha gente: la corrupción de las instituciones educativas, ese apasionado abrazo al cargo para mantener aforamientos preventivos de probables imputaciones, el cada vez más evidente intercambio de influencias…
Pero además de esos motivos, y gracias a la sosegada reflexión referida antes (que podría ser confundida por vagancia por el ojo inexperto) he hallado otra razón de enfado que creo que ha pasado más desapercibida, y es cómo regalar, o facilitar, títulos es una forma extremadamente grave de apropiación, dado que la acumulación de “capital educativo” se ha convertido en un medio de acceso y perpetuación en el poder.
Para expresarlo con más claridad es necesario profundizar3 en lo que entendemos por “educación”. Porque, como casi siempre, las cosas no son tan sencillas4 como las explican en el bar los señores con bigote que gritan muy alto5.
La educación7 es una forma estructurada de compartir los conocimientos de una sociedad y de permitir la supervivencia intelectual de la misma. Pero también8 es una forma de replicar desigualdades9, especialmente a través de limitaciones al acceso a determinados contextos educativos para sectores señalados de la población. Fíjense que el término “educar” se suele utilizar para referirse al aprendizaje que se produce en los primeros años de vida. Fíjense que esta segunda función de la educación se suele pasar por alto. La educación está sujeta a unas expectativas distintas en cada sociedad, y tiene un componente coercitivo, no voluntario, que se impone.

Por eso la educación es una de las maneras más sutiles de replicar una sociedad, pero también de asegurar que una sociedad siga siendo desigual. La manera más evidente de replicar la desigualdad es a través de la mencionada limitación al acceso a la educación. Pero además de este mecanismo existen otros.
Algunos son burdos, como la agrupación de las futuras élites en determinados entornos, creando los mimbres de las posteriores redes clientelares, y otros más sutiles y perversos, como la existencia, dentro de las enseñanzas curriculares, de lo que se conoce como “curriculum oculto”: Este curriculum oculto está compuesto por determinados valores “no oficiales”, los que enseñan a las clases favorecidas a ser favorecidas y a las clases desfavorecidas a ser desfavorecidas. Por supuesto, eso no es algo que mencionen los Ministerios o Consejerías de Educación, pero siempre lo implementan y fomentan, con independencia de su color político10. Nos queda una última función, y no la menos importante, de la educación: legitimar estas desigualdades haciéndolas parecer naturales y no sociales. ¿Y cómo es esto posible? Como siempre, haciéndolo sin que se note demasiado…
Hace un tiempo que se ha puesto de moda hablar de la «Cultura del Esfuerzo” (yo también le dediqué, más o menos, unas líneas). En esencia, es una traslación patria de “El Sueño Americano”, que nos ha llegado dentro del paquete base de legitimación del Neoliberalismo®: En cierto modo, la Cultura del Esfuerzo es la ideología educativa del Neoliberalismo®11. La Cultura del Esfuerzo se basa en la idea de que si te esfuerzas con denuedo, persigues tu estrella y sigues tu sueño puedes conseguir lo que te propongas con independencia de dónde provengas. En realidad, está relacionado con el pensamiento positivo del que hablaba la semana pasada. Es una bonita idea12, pero es falsa.
Porque año tras año vemos que, en general, el estrato social de origen predice con fiabilidad tu estrato social de llegada mejor que otros indicadores; es decir, si naces pobre, lo más probable es que mueras pobre (y viceversa, claro). Existen excepciones, claro. Pero son eso: excepciones que muchas veces nos presentan como si fuesen la tendencia general13 para que lo extraño parezca común.
Cuando la clase social de origen predice bien la clase social de llegada sólo caben dos posibilidades: o bien las clases desfavorecidas se esfuerzan menos o bien existe un sistema político-social que hace que la élite privilegiada siga siendo privilegiada. ¿Qué creen ustedes? ¿Que la pobreza es fruto de la vagancia o que el privilegio fomenta el privilegio? Venga, en serio…

Hay una manera de evitar esto, existe una forma de lograr que el esfuerzo sea el factor determinante de tu éxito social: establecer sistemas educativos inclusivos, con sistemas de soporte (promovidos, fomentados y mantenidos por los poderes públicos) que permitan compensar la desigual situación de partida del alumnado, y dotarlos con sistemas de becas que permitan paliar la falta de recursos económicos de los sectores menos pudientes de la sociedad. Son el tipo de medida que el Neoliberalismo® quiere eliminar por considerarlos intervencionistas. Y en países como España lo están logrando con notable éxito (como podemos ver, por ejemplo, aquí o aquí).
Por supuesto, el esfuerzo es necesario para lograr determinadas metas pero para afirmar que vivimos en una auténtica “Sociedad del Esfuerzo” éste debería ser la variable determinante. Y no lo es. Por todos los motivos que hemos desgranado, pero también porque uno de los mecanismos de reconocimiento del esfuerzo, una medida indirecta del mismo, es la creación del curriculum (docente y profesional), y cuando hay gente a la que le están regalando masters están desvirtuando el sistema. Pero también están haciendo algo más.
Porque el conocimiento es precioso en sí mismo, y no sólo por su utilidad o porque te facilite ocupar en el futuro el cargo de gestor de grandes cuentas de una multinacional conservera de anchoas. Aprender es mágico, y me gustaría vivir en una sociedad que honrara y abrazara esa idea, en lugar de en una en la que se dice que sobra gente con estudios (como aquí o aquí). Por eso, al regalar títulos académicos no sólo están fomentando la posición de privilegio de las élites, también están equiparando el conocimiento a la ignorancia. Están engrosando el muro de indolencia que nos rodea. Están abrazando el desconocimiento, están resucitando los peores tiempos del “¡que muera la inteligencia!” aunque lo pinten de colorines o lo adornen con cabras. Por eso, más que nunca, debemos abrazar el aprendizaje como un tesoro, y no como una mera mercancía.
Hasta aquí la parte social del asunto. Pero hay más. Hay tanto más que prefiero seguir la semana siguiente, analizando el impacto político del hecho educativo, sobre todo a través del análisis crítico de otro término de moda: la meritocracia.
- En este blog nos caracterizamos (y enorgullecemos) por no seguir nunca la estricta actualidad (salvo cuando tiene que ver con Chiquito de la Calzada) porque somos muy de reflexionar con las zapatillas puestas. Y de usar el plural mayestático cuando nos ponemos estupendos ↩︎
- O estalló la liebre ↩︎
- Un poco. Prometo que no dolerá mucho. ↩︎
- Y, si lo son, pues aquí no se habla de ese tema, y punto pelota ↩︎
- Si bien son una fuente inagotable de inspiración de temas para el blog ↩︎
- En esta entrada (y la siguiente) voy a utilizar el término “educación” para referirme a la enseñanza reglada, a las formas sociales de transmisión de conocimiento a través de instituciones formales y, especialmente, a la educación superior. “Educación” puede entenderse de forma general como el conjunto de transmisión de conocimientos hacia las nuevas generaciones de una sociedad o, incluso, como la transmisión general de información socialmente relevante en cualquier dirección que se dé. La educación da para mucho. ↩︎
- como definición tentativa, de andar por casa ↩︎
- Y casi me atrevería a decir que sobre todo ↩︎
- En Sociología se llama a esto “reproducción social de la desigualdad” ↩︎
- Ya saben eso de que cuando se enseñan ideas que compartes se trata de educación, y cuando se enseñan ideas que detestas se trata de adoctrinamiento ↩︎
- Aunque también viene en otro sabor distinto para el mundo laboral ↩︎
- Bueno, si te va ese rollo ↩︎
- Se habla de “movilidad social” como la posibilidad relativa de terminar tu vida en una clase social distinta a la de inicio. En España esta movilidad social siempre ha sido tradicionalmente baja, si bien los cambios en el sistema educativo realizados a finales de los 70 del siglo pasado mejoraron esto. Esta mejora se ha estancado o empeorado desde los años 90, y la crisis no ha hecho más que empeorarlo. Más, aquí↩︎
Es una pena, esta sociedad está enferma de «titulitis» y estamos viendo que así no hacemos más que perpetuar la ignorancia de los que pueden pagar. El problema empieza cuando desde pequeños no fomentamos la curiosidad, la crítica, el placer de adquirir conocimientos, de investigar. Sólo dejamos que nos eduquen, niños y adolescentes pasivos en su aprendizaje, simplemente tragando lo que nos quieren meter a embudo, para que nos pongan el sello o título, como al ganado. Muy triste todo.
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[…] Esta es la segunda entrada sobre el papel social y político de la educación, aprovechando la excusa del escándalo del Máster del Universo de Cifuentes. Esta semana nos centramos en la meritocracia. La primera entrada, aquí. […]
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