Los relojes y la extrema derecha

No quería hablar de VOX sino de relojes: Es que antes me pidieron la hora y la miré en el reloj de pulsera, y eso me llevó a pensar. No hace tanto tiempo, si me hubiesen pedido la hora habría sacado el móvil del bolsillo para responder. Y, unos años antes, hubiese (otra vez) mirado la muñeca para consultar el reloj. Y no hace tanto, cuando te pedían la hora, te sacabas tu reloj -analógico- de bolsillo de la levita y a lo mejor descubrías, diantres, que estaba parado porque se te había olvidado darle cuerda. Justo como ahora, cuando descubres que se te está acabando la batería.

Es gracioso, en el curso de unas décadas hemos pasado de llevar el tiempo en el bolsillo a llevarlo en la muñeca, otra vez al bolsillo y a la muñeca de nuevo. Mucha gente dejó de usar reloj por la omnipresencia del teléfono móvil y mucha gente está usándolo otra vez porque los relojes te miden lo que caminas, la frecuencia cardiaca y si comes muchos yogures. Mi reloj me avisa si me desvío demasiado de la línea recta al caminar y me pregunta si no habré tomado demasiadas cervezas. El día menos pensado se dará cuenta de que no me necesita y no sé qué será de mí entonces.

Pensando en cómo los relojes han pasado del bolsillo a la muñeca, y vuelta otra vez, me ha dado por reflexionar sobre cómo ciertos aspectos de la vida parecen ser cíclicos. Nuestro corazón late con un ritmo más o menos constante. Nacemos y necesitamos ayuda para todo, y en nuestra última vejez volvemos a necesitarla. Hay un invierno y, si no vives en Asturias, después llega la primavera. Hay tendencias políticas que vienen, desaparecen, y vuelven, como la extrema derecha. Las mareas se repiten, y la historia también. Es como si todo girase en círculos.

Por supuesto, antes-antes no había relojes de ningún tipo. Tenías el campanario, que te marcaba las horas, y ya. Y si vas más atrás, ni siquiera campanario. Medías el tiempo así a ojo, y tampoco pasaba nada, porque no había internet ni netflix, así que daba lo mismo que fueran las doce o las cuatro porque no te daba tiempo a ver un episodio más antes de morir de viruela. Y seguro que cuando aparecieron los relojes hubo un movimiento crítico hacia ellos, porque para qué necesitamos saber la hora continuamente. Igual que pasó con el móvil, porque para qué tenemos que estar comunicados continuamente.

Por eso, porque no hay repeticiones exactas, no podemos decir que el tiempo sea circular, pero quizás sí que sea espiral: hay pautas que se repiten persistentemente, y hay pautas que cambian. A veces la dificultad radica en determinar a qué categoría pertenece un fenómeno concreto. Como el auge periódico de los partidos de extrema derecha. Del que no vamos a hablar. Bueno, quizás un poco.

¿Vox no era un diccionario?

VOX es un partido de extrema derecha-liberal, de carácter populista totalitario1. Es «extremo» en términos absolutos2 porque su programa electoral sugiere y propone decenas de medidas que violan los derechos humanos, la normalidad constitucional, los tratados internacionales y el ordenamiento jurídico básico. Por poner algún ejemplo, sin orden particular de gravedad, proponen suspender la libre circulación en espacio europeo, suspender las autonomías, suspender la mayoría de los impuestos, dar poder a las élites a costa de las clases desfavorecidas, evitar la inmigración por motivos humanitarios, eliminar partidos políticos de forma arbitraria, eliminar las políticas de género…

Por otro lado, el programa de VOX es el propio de un partido totalitario, pero también es un programa que no hubiese causado ni un alzamiento… de cejas si se hubiese presentado en las elecciones legislativas de 1977. O en las de 1933. Porque los partidos de extrema derecha, como los malos de las pelis de terror, siempre vuelven.

Desde que se hicieron públicos los resultados de las elecciones andaluzas del pasado domingo hemos leído finos análisis políticos en los que se nos dice que el auge de VOX debe buscarse en la situación sociopolítica andaluza, en los años de gobierno del PSOE en la comunidad, en la política de los partidos de izquierdas, en el alza del precio de los furbis y en las legiones de personas iletradas con derecho a voto. Vamos, que la culpa del «revival» del fascismo es de todos, menos de los fascistas.

El renacer de la extrema derecha populista es un fenómeno a nivel mundial. Es peligroso, pero no es inesperado. El auge de VOX en España es preocupante, pero responde a un fenómeno sistémico: el arraigo (global) del populismo totalitario. Buscar su origen en las políticas que han hecho los partidos de izquierdas en los últimos cuatro años o en twitter (les juro que he leído a gente diciendo que el fenómeno VOX está causado por twitter) es descabellado, porque es un fenómeno que se ha gestado más lentamente, y que está dando sus frutos envenenados en todas partes. En países con sistemas políticos muy distintos, poblaciones diferentes, legislaciones distintas. Es una de esas realidades insidiosas que se siguen manifestando al cabo del tiempo y que hemos de aprender a combatir.

Lo que no estoy dispuesto a admitir es que el aumento de votantes de VOX se explique por las políticas sociales. Ese es el mismo razonamiento que atribuir el aumento de asesinatos machistas a las políticas de género3. La principal razón del auge de VOX y de otros partidos de extrema derecha es que un grupo de personas de ideología totalitaria se han organizado de forma eficaz y han ofertado una ideología totalitaria en el mercado electoral. Eso es responsabilidad suya y de sus votantes.

Al resto, a la amplia mayoría que no compartimos su ideario, nos puede corresponder actuar con responsabilidad para que su opción no sea atractiva, combatir las mentiras y falsos mitos que propugnan y defienden, pero no justificar su presencia. Al fin y al cabo, partidos como VOX son especialistas en echarle la culpa de todo a los demás, hasta de su propia existencia.


  1. El populismo totalitario se caracteriza por plantear soluciones fáciles y rápidas a problemas difíciles, soluciones que, de ser llevadas a la práctica, llevarían a la destrucción de las estructuras sociales, políticas y administrativas del territorio donde se llevan a cabo, sustituyéndolas por una única organización que permea todos los aspectos de la sociedad. Hay países que han mostrado una madurez política suficiente para dotarse de mecanismos que atenúen estas prácticas, como es el caso de EEUU, y otros que, a priori, parecen más vulnerables, como Brasil. 
  2. Podríamos señalar que un partido es de extrema derecha o de extrema izquierda de forma relativa cuando ocupa ese lugar en la escala ideológica en relación a otros partidos. En España, tradicionalmente, el PP ocupaba todo el espectro político de la derecha parlamentaria, pero en los últimos años se está produciendo una simetría ideológica en el sistema de partidos español. 
  3. Que, os vais a reír, VOX también lo hace. 

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