El barro

Ya llegará el barro, decía Tati Valdés, un antiguo jugador del Sporting de Gijón. Yo no soy mucho de fútbol, y quizás por eso desconocía la expresión, bastante famosa en su época. Y me llamó la atención. Ya llegará el barro.

Cuentan que se trataba de un jugador desgarbado y poco estético, pero también se dice que repartía juego y hacía pases espectaculares, así que a veces dudo si hablan de la misma persona, porque en aquel entonces no había youtube ni recopilatorios de las mejores jugadas que me permitan juzgarlo por mí mismo1.

Dicen que hubo años en que su equipo, que tiene un gen cainita, fichaba centrocampistas de relumbrón para ocupar su posición y se veía relegado a la suplencia al comienzo de cada temporada. Era entonces cuando Valdés se encomendaba a la llegada del invierno, las lluvias y los campos encharcados. Dicen también, con ese tono mitológico que tanto gusta al forofismo, que siempre acababa el año jugándolo todo. «La maquinona», le llamaban.

Yo pienso mucho en el barro. Cuando sale el sol me viene la lluvia a la cabeza; cuando llega el verano, el invierno. Frente al silencio de los malvados pienso que es que están tramando algo. Aunque el campo esté seco, sé que llegará la borrasca y todo se mojará. Decir que viene el invierno no deja de ser una obviedad2.

Porque siempre vuelve. El invierno siempre vuelve y el barro llega para todo el mundo. Pensar en el barro no es ponerse en lo peor: es aceptar lo inevitable.

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Valdés era asturiano, y en Asturias existe una expresión tan popular como la sidra o el cachopo; una expresión tan enraizada en sus habitantes que casi no se dan cuenta de lo que la utilizan: «Ye lo que hay». «Es lo que hay», se diría en una traducción obvia al castellano, pero el matiz es distinto. No es tanto un mensaje de conformismo como un mensaje de aceptación. Cuando alguien te niega lo obvio, cuando te cansas de discutir, te encoges de hombros y se lo sueltas: ye lo que hay. Y se acabó la discusión.

Es probable que esa frase condense en su aparente sencillez lo más sublime de la filosofía astur, pero no la tengan por poca cosa. Aceptar la realidad no es condonarla ni admitirla como deseable, no es un ejercicio de conformismo: aceptar la realidad es el paso necesario para abordarla. Si te caes, te levantas, pero no te va a ayudar quedarte en el suelo negando que te has caído. Y ye lo que hay.

Así que quizás es mejor no pensar tanto en si vendrá el barro, sino en qué vas a hacer cuando llegue. «Ya llegará el barro», dicho como ensoñación, como esperanza. Tener la certeza de que, cuando vengan las dificultades y las incertidumbres, apretaremos los dientes y saldremos adelante, que nos harán mejores, que la dificultad será nuestro medio y no nuestra perdición. Que sabremos crecer en la adversidad.

Porque en la vida hay muchos tipos de barro, y creer que te vendrá mejor a ti que al resto es una de las formas más puras de optimismo que existen.


  1. A veces pienso que llegará un futuro en el que lo que no esté colgado en youtube será como que no existiera. O permanecerá en el reino de las leyendas, como las historias que se transmitían únicamente de forma oral antes de la invención de la escritura. No son muchos los mitos que resisten una buena documentación. 
  2. La casa Stark no tiene nada que enseñarnos. 

 

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