Hoy he leído que en Australia hay 50 millones de canguros. 50 millones. Qué barbaridad. Dicen que es el doble de la población de seres humanos de la zona.
Según lo he leído he pensado que tenía que ser mentira, así que me he pasado media hora intentando refutar el dato1 sin éxito. Y como estaba dedicándole tanto tiempo, razoné que lo mismo podía escribir sobre ello y así, en lugar de haber perdido el tiempo, decir que me estaba documentando.
La existencia humana es un poco de esta manera: a veces es más importante darle sentido a las tonterías que haces que hacer cosas con sentido. Por eso, verán, así muy resumido, hay dos tipos de blogueros: los que se documentan sobre lo que van a escribir y los que van escribiendo sobre lo que se encuentran. Les dejo adivinar a qué categoría pertenezco yo.

Pero 50 millones. Qué barbaridad. Si pudieran votar arrasarían en las elecciones. Yo me quejo de mi trabajo, pero no querría ser la persona encargada de contar los canguros de Australia. Imagínense, vas por 40 millones, 40 millones uno, 40 millones dos, y de repente empiezas a dudar si el que tienes delante ya lo has contado y ¡hala! a empezar de cero otra vez. Uno. Dos. Tres. Por favor, dejen de dar saltos. Si Australia se parece en algo a España, a la tercera intentona acabas redondeando a 50 millones, y santas pascuas. No es como si fuera a venir tu jefa a contarlos en persona no vaya a ser que te hayas inventado la cifra.
Así que no sé yo si el número será real o algo más bien “estimado”. “Estimar” es una manera elegante de decir que te has inventado la cifra, y si te insiste mucho con el tema de dónde lo has sacado, dices que es una inferencia muestral. Yo es que he estudiado estadística.
Por lo visto, parte del problema viene derivado del hecho de que nos da repelús comer carne de canguro, porque son monos, y esponjosos, y así como bonicos. Pero no sé. La gente se come muchos otros animales que son monos y esponjosos y bonicos. Quiero decir, miren el cordero. El lechón. La ternera. Ya no es que sean legión las personas que tienen pasión por comerse animales monos, es que encima se los comen cuando son cachorros y están en su máximo de adorabilidad, así que no sabría decirles por qué el canguro no les parece atrayente, culinariamente hablando.

Quizás el problema sea que los canguros son un símbolo nacional, y en general no gusta comer símbolos nacionales. En España tampoco lo hacemos. Lo he mirado. No ves a nadie comerse la bandera, el escudo ni el himno, ni tan siquiera a los independentistas, que se comen hasta bebés humanos, según la prensa nacional. Como mucho, nos comemos la letra del himno, pero eso seguro que ni es símbolo ni es na; ni chicha ni limoná. Bueno, pues en Australia lo mismo con los canguros.
Pero es verdad que hay animales que le da cosa comer incluso a la gente más carnívora. Los gatitos, por ejemplo. Hasta la gente que se come corderos, y terneras, y lechones, piensan que hay que ser mala gente para comerse gatitos, en un ejercicio más de piedad que de coherencia. Porque los gatos son monos, y nos da lo mismo si son mimosos o un poco cabroncetes o pequeños psicópatas que acaban con especies animales en alto riesgo de extinción, porque no se va a quedar Micifú con las ganas de comerse ese pajarito, verdá, Micifú. Yo lo entiendo. Los gatos molan.

Pero volvamos a los canguros. Les decía más arriba que 50 millones de canguros, votando al alimón, podrían ganar las elecciones, aunque en realidad tampoco lo veo tan seguro. Dicen que decía Churchill que “la democracia es el peor de los sistemas posibles, si exceptuamos el resto”; y no sé si la cita será verdaderamente suya, porque me he gastado el tiempo de documentación de esta entrada intentado falsar el dato de los 50 millones de canguros, así que no quedó tiempo para Churchill. En cualquier caso, la frase es brillante.
Imagínense el panorama: Si los canguros participaran en las elecciones es muy posible que, pasada la sorpresa del primer momento y reorganizada la reacción, acabasen votando a sus propios depredadores razonando que al menos no te engañan. Ya, ya, luego te comen, pero también al principio de “El Rey Leon” las gacelas saludan extasiadas al cachorro de león. Seguro que hasta se dieron de codazos con sus patas de gacela para poder ocupar las primeras posiciones de la comitiva, porque las gacelas también son así. Ya hemos hablado de que los felinos tienen algo que te hace adorarlos aunque eso no vaya en tu mejor beneficio. En definitiva, que puede que la democracia fuese la mejor manera de controlar la población de canguros en Australia.

Ya no sé qué hacer, porque si escribo el tiempo suficiente al final siempre me acaba saliendo una metáfora política. Quizás soy yo, o es sencillamente que todo acaba estando relacionado con todo. Fíjense que los canguros son muchos y el secreto de su éxito radica en que la gente no se los quiere comer. No es mal plan en el corto plazo, pero debo advertirles que ya hay otros en marcha para reducir la población de canguros. Y ya saben cómo es el ser humano cuando se pone a exterminar cosas: otra cosa no, pero esa es una de nuestras áreas de especialización.
Los canguros no pueden votar, pero ustedes seguramente sí, así que, cuando se vean en la tesitura de una elección (y no necesariamente electoral) recuerden no dar su apoyo a sus propios depredadores.
Espero que sepan de qué les hablo. No sean canguros. Y eso.
- “Oye, Siri. ¿Cuántos canguros hay en Australia? ¿En serio? ¡No me jodas!” ↩
“cangantarinismo”
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