Quizás esto sea una opinión poco popular, pero creo que la crisis de la COVID19, más allá de un drama humanitario, ha sido una ocasión desaprovechada. Ya no entro en política sociosanitaria, en ordenamientos territoriales o en medidas de desconfinamiento: para eso ya está el mundo lleno de agudos analistas de café. Yo me refiero a que no hayamos aprovechado la oportunidad para justificar la construcción de una flota de robots gigantes para luchar contra el virus.
Porque, hablemos con seriedad, la OMS debería haberse fijado en «Pacific Rim» como modelo de gestión de emergencias. A fin de cuentas, «monstruos de otra dimensión» es prácticamente lo mismo que «virus mutado». Además: robots gigantes. Piensen en las posibilidades. Pueden desinfectar en un minuto el equivalente de quién sabe cuántos campos de fútbol (la unidad internacional de superficie), impedir con un misilazo que la gente se escape a sus segundas residencias o construir los cimientos de hospitales improvisados con sus gigantescas extremidades. Además, si se diera la circunstancia de que nos atacaran seres de otra dimensión, eso que tendríamos adelantado.

Porque, a ver ¿quién no querría vivir en un mundo en el que, frente al ataque de monstruos extradimensionales, nuestra solución no sea una aburrida bomba atómica, unos tediosos misiles, ni siquiera un soporífero despliegue de aviación de combate? No, no; lo que vamos a hacer es aquello en lo que la humanidad destaca: inspirarnos en la propia naturaleza y deformarla, hacerla gigante, contaminante, nuclear, insostenible. En definitiva, mejor.
Como desde el auge de las posverdades tengo problemas para diferenciar la realidad de la ficción ya no sé si he soñado o visto en youtube la reunión ejecutiva de Naciones Unidas, la OTAN o la junta de accionistas de Mercadona en la que se tomó la decisión de utilizar robots gigantes. Lo rememoro así:
LUGAR: Base secreta oculta en algún lugar del planeta.
(Estamos en una sala de conferencias. En el centro, hay una mesa enorme a la que se sientan delegados de las distintas naciones del planeta. En la cabecera se sienta «El Presidente», un hombre enjuto de edad avanzada. A su lado está «La Secretaria General», que dirige la atención de la audiencia hacia la pared con un puntero laser. En la pared, se proyecta la diapositiva de un monstruo que, al carecer de perspectiva, no sabemos si es gigantesco o microscópico. La diapositiva no está maximizada, así que podemos ver que usan Windows Millenium. Sí, Millenium)
SECRETARIA GENERAL: Bueno, pues parece que nos atacan monstruos. Afortunadamente, contamos con potencia nuclear y naves automatizadas como para garantiz…
PRESIDENTE: Robots gigantes.
SECRETARIA GENERAL: ¿Cómo dice?
PRESIDENTE: He dicho «robots gigantes». ¿Qué parte no ha entendido? ¿No le funciona bien el pinganillo ese que tiene en la oreja y le traduce cosas?
FUNCIONARIO 1: Señor presidente, si pudiera mirar el dossier que le hemos…
PRESIDENTE: Ni dossier ni hostias. Me jubilo a finales de mes. Quiero que mi legado sea haber construido robotes gigantes para combatir el crimen.
FUNCIONARIO 2: Señor, no hay crimen. Se tratan de monstruos gigantes (o puede que microscópicos). Además, se dice rob…

EEUU: Mi nación apoya la Iniciativa Robotes Tochísimos si le ponen misiles. Y una espada gigantesca en la espalda.
RUSIA: (Se levanta mientras se abotona la chaqueta. Parece Vladimir Putin, pero más joven) Mi nación se opone. Proponemos, por el contrario, que construyamos robots gigantescos, mucho mayores de lo que propone la delegación estadounidense.
FUNCIONARIO 1: Pero si es lo mismo que…
FUNCIONARIA 2: Calla, no les alientes.
(Entra un asistente empujando un carro de cátering)
ASISTENTE: ¡Drogas! ¿Quién quiere drogas? ¿Cocaína, speed, anfetaminas?
CHINA: ¿Una pausa? ¿Ya? ¿Cuánto llevamos reunidos?
ALEMANIA: 15 minutos, diría yo.
(Los delegados rodean el carro. Se oyen conversaciones solapadas mientras de fondo suena «Las Walkyrias» de Wagner, cada vez a mayor volumen. Finalmente vuelven a sus asientos, más animados)
RUSIA: Bueno, pues robots gigantescos, entonces.
EEUU: Con misiles.
PRESIDENTE: ¿Votos a favor? ¿En contra? Excelente. Por cierto, cuando me jubile de esto voy a trabajar en B en la empresa de mi primo, así que me vais firmando estos contratos de obra para construir muros gigantescos alrededor de las ciudades. Que no van a hacer falta, porque ¡robots gigantes! Pero la farlopa no la regalan, y yo tengo comisión.
(Telón).
Pues eso, demostrado, que robots gigantes es la mejor solución posible. Como pueden ver, sólo hay ventajas. Es una solución práctica, escalable y nos prepara para posibles recidivas1. Además, cuando no tengan otra cosa que hacer les podemos poner a atender residencias geriátricas y aplaudirles a las 20:25. Ya les veo dando la medicación de la cena usando los lanzamisiles.
Bueno, y si no, hacemos todo eso de la desescalada. Pero no me van a comparar.
Vayan con cuidado.
- Esperemos que no las haya. Pacific rim 2 es muy mala ↩︎
Mientras montan la maquinaria precisa para robotizar, es necesario recuperar los «lavamanos» utilizados en las «salas de armas» de los tricuernos (una camada de hostias de uno en uno, empezando, por ejemplo, con esos chulos que están utilizando el teleclub de la Mata de la Bérbula -León-, pueblo donde ve las «lágrimas de San Lorenzo» Julio Llamazares). También hay que volver a poner en vigor, dado que los rebaños de las franjas horarias andan revueltos y amontonados, la doctrina «Oliver», apellido de un general-alcalde de Gijón de los años cincuenta y algo, que consistía en ordenar la eliminación del caos que los paseantes causaban en las aceras de la Calle Corrida antes de ser peatonalizada. Solución: los de la de números pares, de frente, ¡Ar!; los de los impares, en dirección contraria, también de frente, ¡Ar! Solo sería necesario guardar una distancia para no golpear el calcaño del vecino de delante (hoy, 2 m para evitar contagios). En aquel tiempo, de ordeno y mando, dado que la comida de fréjoles era muy habitual, la distancia se agrandaba sin otra precaución que la de soslayar algo el «perfume» y el peligro de encender un cigarrillo habiendo escape del gas-tronómico….
La militar norma no entró en vigor, ya que pronto cambió de mandamás el consistorio, quien peatonalizó la calle, a pesar de las protestas de los comerciantes, que de inmediato reconocieron su desasnamiento al ver que «el ver escaparates», sin prisas ni tropezones, resultó muy rentable.
Dado que la «asperencia» es la madre de la «cencia», que decía un entrañable tío del mi pueblo, sin duda recomiendo guardar la distancia unidireccional, ya que sigue siendo necesaria y válida para evitar el puto bicho y lo otro, aunque éste ya es apenas existente debido a lo que llaman dieta mediterránea…
Esperando que pronto dejemos de estar «presos» para recuperar abrazos y …..s, pues eso.
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