James Bond y el Fary

Decía el Fary que le daban asco los hombres blandengues, los del mandil y el carrito de la compra1. Sean Connery, por su parte, afirmaba que no estaba mal pegar a una mujer si no quedaba más remedio, sin especificar o recomendar una frecuencia concreta.

No consta que se conocieran, aunque quién sabe. A fin de cuentas, al tonadillero le gustaba insinuar que había tenido un romance con Ava Gadner. A lo mejor también llevó a Sean Connery por la noche de Madrid en una jornada loca mientras promocionaba “Operación Trueno”.

Me los figuro cerrando de madrugada el último burdel local, completándose las frases. “¡Y es que las mujeres!”…“¡Shon muy pícaras!”. Es fácil imaginarles ya entrada la mañana, apoyando el codo en la barra de un bar de periferia, palillo en boca, hablando de cómo todo se está yendo al carajo porque los hombres de hoy en día no se visten por los pies.

Por eso, cuando hablaba, Connery recordaba al extaxista: es posible que se nos pasara por alto por su carisma, pero en sus discursos estaba a un golpe en la cabeza de ponerse a cantar el Carabirubí. Seguro que también detestaba al hombre blandengue y respetaba mucho a la mujer, a la que solo golpeaba cuando se había intentado todo lo demás, y siempre con la mano abierta.

Porque Connery –¿o era el Fary?– creía que a la mujer le gustan los hombres-hombres, que estén un poco por encima. Porque la mujer, que es lo más grande del mundo, debería tener muchos derechos, pero el problema es que ellas siempre quieren tener la última palabra, y por ahí tampoco vamos a pasar. ¡Ahí, ahí! ¡Ahí le has dao! Camarero, ponte unas bravas. ¡Ay, torito bueno!

Connery recibió un Oscar en 1987, mismo año en que realizó la infame entrevista de la que ahora tanto se habla. Ojalá el galardón hubiera sido para su interpretación de Guillermo de Baskerville en “El nombre de la rosa”, sólo un año antes. Ojalá hubiera aprendido del personaje y señalara en sus entrevistas que “el verdadero amor solo quiere el bien del amado” en lugar de sus pedagogías de malos tratos. Ojalá poder dedicarme a glosar su figura, su carisma, su enormidad interpretativa, en lugar de sus maneras de macho trasnochado.


  1. Los hombres, en definitiva, como yo. ↩︎

2 comentarios

  1. Cuánto tiempo desde el último post… Ah, el viejo debate sobre el artista y su obra. ¿Qué hacer en estos casos? Le podemos construir una estatua por su carrera de actor y así la podremos derribar por machista. Es una opción, damos trabajo y visibilizamos nuestro absoluto rechazo a su persona.
    PS: Por cierto, qué feo que obligues a buscar que el Oscar (yo lo pronuncio óscar) fue por mejor actor secundario en «Los Intocables».

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