Estadios de fútbol, la neutralidad y todos los colores del arco iris

A veces los acontecimientos escalan rápidamente, como si la actualidad estuviera compuesta de arañas.

Hace unos días que Hungría ha aprobado una legislación homófoba1 y, a modo de respuesta, el alcalde de Munich ha pedido a la UEFA autorización para iluminar el Allianz Arena con la bandera arco iris, como apoyo al movimiento LGTBI+, durante el partido de futbol entre Alemania y Hungría (o viceversa) que se juega estos días. Para sorpresa de absolutamente nadie, la UEFA ha rechazado la propuesta porque, dicen textualmente, son una organización que quiere parecer cuqui, pero que pasan de follones.

Bueno, a decir verdad, lo que la UEFA ha dicho es que son una organización neutral en lo político, y que dado que la petición viene motivada como una forma de protesta por una decisión de un parlamento nacional, pues que queda feo decir que sí. Y que pasan de… bueno, ya me entienden.

A mí esto me ha llevado a pensar sobre varios aspectos, pero me centraré en dos. En qué es político y en qué es ser neutral.

La política es algo que le pasa a otra gente

No sé si conocen a alguien —la estadística me hace pensar que sí— que se declare como «apolítico». Yo no tengo nada contra la gente, así que estoy seguro de que puedes decir eso y ser una persona encantadora, amiga de sus amigos y que sencillamente, es que pases de follones. Como la UEFA.

Podríamos hacer una definición tentativa de Política como «el arte de meterse en follones». Porque, ya estés en el Parlamento Europeo o en la cena de Nochebuena de un pueblo de Toledo, no hay mejor manera de acabar con la calma de una reunión que sacar la política de paseo. Por eso hay Asambleas Parlamentarias que se pueden pasar años sin incurrir en ese riesgo. Por eso hay tantas personas, individuales y jurídicas, que deciden poner en su argumentario o en sus estatutos que pasan de política. Por eso asociaciones como la UEFA se declaran neutrales.

¿Saben cuál es el problema de este planteamiento? Que meternos en follones es lo que nos ha traído avances como, yo qué sé, el respeto a la vida ajena, el derecho civil, la democracia, la igualdad —formal, de momento—, la tolerancia religiosa y otros tantos accidentes históricos2 que los optimistas consideramos como ventajosos. Todo eso, nos guste o no, es política. Tanto o más que meter un papel en una caja cada cierto tiempo.

El árbol de los Derechos Humanos

Les voy a contar un secreto que muy poca gente sabe: los Derechos Humanos crecen de los árboles. Fue en el siglo XVIII cuando François de Lafayette plantó en su jardín un nogal especialmente hermoso que, al florecer, empezó a lanzar, cada primavera, artículos al aire. Artículos que, si había suerte, polinizaban naciones y, de allí, fructificaban democracias. Por ejemplo, en la quinta primavera cayó una hoja que decía que todos los seres humanos tenían una dignidad intrínseca y unos derechos inalienables, y partir de ahí no ha hecho más que crecerse y sacar más y más artículos. Hay tierras donde la polinización parece ser más compleja. En algunas florecen democracias que maduran y, a veces, se pudren. Pero, en líneas generales, desde entonces sólo es necesario regar el árbol si hay sequía y podarlo un par de veces al año, y con eso los Derechos Humanos ya están asegurados.

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El Árbol de los Derechos Humanos es frágil como una gota de lluvia…

Ah, diantres. Es imposible mantener engañada a una audiencia tan avispada como la de este blog: Lo que acabo de contar no es del todo cierto, hay algún detalle fabulado. En realidad, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tal como la conocemos, proviene de un colosal trabajo político, que culminó con su aprobación en Naciones Unidas en 1948. Es una Declaración incompleta en muchos aspectos, mejorable en otros. Es una Declaración finita, falible, humana. Ni siquiera es realmente Universal. Es una Declaración que se viola todos los días en incontables lugares del planeta. Y, aún así, la existencia de un documento de mínimos de este calado roza lo milagroso. Pero, y esta parte de la historia sí es cierta, es fruto, nos guste o no, de un prodigioso trabajo político.

Porque la Política, además del arte de meterse en follones, es el ámbito de la vida en común. A veces se nos olvida por todo eso del parlamentarismo, de la corrupción y de los sobresueldos, pero la Política, como doctrina, está donde haya vida humana3, y está a su servicio. No se puede vivir fuera de ella. Si derrumbamos los Estados, si caen las instituciones, al día siguiente la Política nos estará esperando sentada sobre las ruinas para azotarnos en las cabezas resacosas. Aristóteles decía que fuera de la polis (por extensión, fuera de la Política), sólo podía vivir un dios o una bestia. Que vaya pensando con cuál de las dos opciones se identifica más quien se declare “apolítico”.

Neutralando, que es gerundio

La neutralidad es una virtud en muchos aspectos de la vida: si estás juzgando un asunto peliagudo, si estás informando sobre un tema controvertido, si eres una lechuga… Pero la neutralidad es algo frágil, aunque se pueda fingir. Las únicas maneras reales de ser neutral es tener una gran distancia con el tema o… ser una lechuga. Por ejemplo, tras ver la película “Capitana Marvel” consigo mantener una sana neutralidad en el conflicto Kree y Skrull (¿se escribe así?) porque no me importa demasiado y porque no me acuerdo de quienes son los que nos quieren esclavizar. Si quieren un ejemplo real, mantengo una postura neutral en la guerra eterna entre hormigas negras y rojas, y aún en ese caso debo confesar que tengo un poco de simpatía por el bando negro4.

Pero, cuando no existe esa distancia, y sin pedir a nadie heroicidades, la neutralidad es, en general, una forma cómoda de decir que el tema no te importa una mierda. O que te va bien así. Si “el tema” es una discriminación, la neutralidad apoya a quien aprieta la bota, no a quien pone el cuello. Si eres un hombre blanco cis heterosexual europeo de clase media es bastante sencillo, extremadamente cómodo, mostrarte neutral. A fin de cuentas, vas ganando.

Si todo te va bien parece razonable pasar de la política. Esto es, si estás dispuesto a ver las cosas desde lejos, sin que te afecten. Sin enterarte de ellas, o haciendo esfuerzos por olvidarlas si, por error, llegas a enterarte. Pero es imposible aproximarte a cualquier aspecto de la vida y no tomar partido, aunque no lleges a la acción. Y en ese punto puedes actuar como si fueras neutral, pero serlo es un lujo que ya estará fuera de tu alcance.

No hay problema. Mantengamos la neutralidad. No iluminemos banderas multicolores. Dejemos la política a sus profesionales. Seamos apolíticos. Digamos que nuestras asociaciones no tienen que tomar partido. A fin de cuentas, los Derechos Humanos crecen de los árboles.


  1. Hay gente que dice que esa legislación no es homófoba, pero es la misma gente que te dice que Hitler hacía muchas obras públicas y que Franco inventó la Seguridad Social ↩︎
  2. Y como son accidentes, igual que vienen, se pueden ir. ↩︎
  3. Podemos discutir si a partir de la segunda persona o si ya con la primera ↩︎
  4. Hace unos años existía un juego llamado SimAnt que simulaba… la vida de una colonia de hormigas. Las hormigas rojas eran las enemigas. Quizás me han lavado el cerebro en un conflicto de una escala mayor de lo que puedo imaginar, pero así están las cosas ↩︎

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